Ambos tenían 16 años cuando se conocieron. Cuando ella le vio por primera vez a él, ni se inmutó. Todo lo contrario a lo que él sintió cuando la miró. Sin duda, era «la mujer».
Era preciosa y sus ojos castaños tenían algo que la hacía distinta a todas las otras mujeres, pero estas cortas palabras no hacen justicia a lo bonitas que eran todas las partes de su cuerpo.
Durante año y medio, él la buscó sin cansancio. Le escribía todos los días poemas y trataba de encontrar la entrada a su corazón, pero por desgracia, este era de otro.
Pasaban los días y él cada día estaba más desesperanzado. Hasta que un día, casi sin querer, logró tocar la fibra correcta en el alma de la chica. Ese día su sonrisa resplandeció como no lo había hecho ningún otro.
Ambos se miraron, pero el beso no llegó, faltaban todavía meses para ello.
Fue una dura conquista, centímetro a centímetro luchó fervientemente por alcanzar su sonrisa hasta que tras dos años lo logró. El beso fue lo mejor que había recibido en su vida. Permanecieron mucho tiempo juntos y nada los logró separar.