Prólogo

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﹀ 7 de enero de 1989﹀

Podía sentir como su sangre bajaba por todo mi cuello, se sentia como si fuera la primera vez, con un tono rojo carmesí que me encantaba (siempre me había recordado a las manzanas rojas, y también al color favorito que me ponía en los labios), eran las nueve de la mañana, y no había mejor forma de empezar el día que con uno de mis gloriosos baños de sangre, simplemente eran tan relajantes, tienen un aroma a metal y un lijero toque de hierro, tal como el de las dagas o espadas, y si, tal vez necesitaba muchas personas para llenar esta tina, pero la belleza tiene su precio, y como yo siempre digo cada que tengo que preparar uno nuevo

Es su culpa por ser estupidos

Estaba relajada, cuando empecé a sentir un poco de ausencia de la sangre, y exactamente, estaba bajando, dejando marcas de ella en mi pecho desnudos. Vi a mi lado, ahí estaba el, como siempre, después de conocerme y a mis fetiches siempre estuvo ahí para apoyarme:


-Ya se esta acabando, degolla otro- dije a Todd aun en la bañera.

El solo se levantó de la silla que estaba a un lado y dejó un beso en mis labios mientras iba a buscar más producto (por así decirlo, ya se lo que piensan de mi, que soy una loca desquiciada que usa baños con sangre de otras personas para verse más joven, y no lo voy a negar, es lo que hago)

Desde que había estado tomado estos baños me he sentido más viva, más radiante, más yo. Ahora sabía porque había sido una receta familiar desde hace mucho tiempo, y el porqué de ese viejo atico en lo mas alto de la manción.
Estube meditando un rato cuando Todd volvió con una cubeta llena de sangre carmesí, estaba fresca y brillante, debió de ser de algún niño.

-Algo más que deseé mi reina.

-Solo siéntate y espera callado.

-Sus órdenes son mi vida

Yo solo sonreí y seguí en lo mío, disfrutando un poco de vino el sentir todo ese líquido rojo y frío contra mi piel expuesta, simplemente no tiene precio.
Después de un rato deje el vino en la mesa de al lado y sumergi mi cabeza, era la primera vez que lo hacía, y definitivamente no sería la última, volví a alzar la cabeza y me pare de aquella bañera, con algo de frío tomé mi toalla, Todd ya me estaba esperando mirandome, me seque y cuando me iba a enjuagar con algo de agua el me detuvo y agarro mi mano, no me dijo nada y empezó a lamer y dejar besos húmedos por todo mi cuerpo, desde mi cuello hasta mis pechos.

Fue a mi abdomen y empezó a hacerlo un poco más rápido, sin embargo en ningún momento perdio el control, lamia como todo un experto, como si tubiera calculado todo. Yo solo lo miraba y soltaba suspiros,  uno que otro gemido y maldiciones entre dientes, y justo cuando vi que bajaba, en ese momento supe que estaría ocupada un buen rato.




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Más allá... ¿de su muerte? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora