Incluso en la cúspide de la clara luna, cuando las estrellas pintan el cielo con tiernos aleteos brillantes, todavía se siente espeluznante lo tangible de estar aferrado a una ilusión. Lo observo mientras dibuja de manera continua el pasado, recordando las cosas magníficas que la vida coloreaba. Las pequeñas fantasías pasajeras explotan su imaginación de inmediato al ver eso que tanto admira, sin importar lo que le depare, seguiría el trayecto de cumplir las quimeras al centellar las risas como una caricia en noche de otoño, convirtiéndose en múltiples partículas náuticas que invaden el aire para darle existencia a lo natural.
Su inocencia permanente que de raíz fue construida con lo genuino, eso que le mantuvo a la espera de un futuro lleno de matices como había soñado escaleras arriba. Sin previamente pensar que, en cuanto más su vía se ampliaba hacia la cima, más fuerte florecería la amarga caída por hallarse en lo celestial y brutal de lo efímero. Porque allí su vista se mantuvo nublada por un charco de belleza, alejando la claridad que quería fuese intocable.
El recorrido de todas las melancolías estuvo presente en sus hombros cuando su inocencia es suplida por algo más fuerte, más sensato. Él, todo un misterio, busca entre las pasadas páginas apegarse a las frases que con esmero lejano escuchó, en particulares cuadros rojos y amarillos encuentra lo despreocupado de su postura hasta que el desequilibrio lo arropa como una capa de solidificada lava. Lo caliento esculpe su alma con ira, borrando el rastro de las únicas utopías que su cuerpo albergaba y con un desgarro libera su llanto cerrando aún más la puerta de salida que con delirio quiso siempre rozar. Ni la manija sintió, apenas la estructura de madera golpeando su vista, burlándose de su desgracia con más potencia que antes. Todo lo soñado se había destruido en un sólo soplo cálido cuyo ardor se tornó la versión invernal de un ser en condena.
Apenas pudo saborear la nitidez de lo hecho, difuso con todo el suplicio que le había tomado sin prevención para martillarlo sin piedad. Pero de pie siguió sosteniéndose con los deseos que la ingenuidad aún guardaba en un cofre que destilaba su nobleza. Y con esa tenue esperanza fue guiado hacia el destello de libertad, allí donde nuestros caminos se cruzaron con torpeza causando un choque de algo no muy desigual. Pude verme en su reflejo como agua cristalina de alguna fuente y cuando rocé la misma con ternura el efecto de pequeñas olas por un momento distorsionó su perfecta imagen. Cuando la normalidad volvió en su forma vi la belleza en las facciones de esa hermosa sombra enigmática, siendo casi imposible que un ser pudiese sostener tanto detalle divino aún después de recibir una multitud de tormentos. Y, fuera de lo oscuro, aún su agraciada lobreguez conseguía cegarme y abrazarme.
Lo sostuve de frente, el reflejo fue un juego de mi propia mente cuando lo toqué volviendo real la delicadeza de su esencia. Nuevamente un soplo otoñal se hizo presente al encontrarnos refugiados en el otro; tomé sus manos levantándolo por completo y en el proceso vi mi escape por todos los sueños inexplicables que él quería alcanzar. Construí un puente para él, mi todo dependiendo de ello, porque algo tan puro merecía obtener encuentro con cosas extraordinarias y mi oxígeno no estaría depurado hasta verlo cruzar al otro lado.
Un cataclismo de emociones centelleaban con cada atadura, cada sudor tintineando hacia lo terrenal, y en rojo y amarrillo pinté el camino porque así mi soñador lo había imaginado. Con toda grandeza dio paso hacia aquél destello que ya no era destello, las ilusiones de su inocencia eran existentes y ahora la salida se había cerrado por completo cuando él por fin cruzó la puerta con gracia para volver todo de un mezclado atardecer naranja. Ya no me abrazaba y observé el puente desvanecerse, pulverizando todo a su paso cuando pronto el reflejo que algún día noté, ahora estaba siendo libre de todo infortunio.
Lo aterrador de la noche se había alejado dando paso a lo sublime de la luna como un legado que él me había dejado. En sus ojos el dolor no tuvo validez y en los míos la felicidad era sólo un espejo de la suya que él mismo me otorgaba. Con ello mi deseo de verle reír se cumplió sin contar el descuido y las incógnitas que su sombra me había dejado al disiparse en la brisa como hoja de liquidámbar.
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Trozos en Papel
PoezjaLa salida a veces no es salida en sí, a veces consiste en un instante de escapatoria que parece ser eterno. Un instante de letras en papel que liberan el dolor y la tristeza de un ser destrozado.