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Las ramas bajo sus pies la lastimaban, el frío se filtraba bajo la capa negra que la cubría, la espada en su espalda golpeteaba por cada paso, el metal rozando el cuero provocaba un sonido limpio, la pequeña daga en su muslo le rozaba la piel, siguió avanzando, tenía que obedecer una orden, aunque lo odiara, tenía que seguir la orden de su falso rey, del usurpador al trono, su trono.
Era una princesa, lo había sido, le habían quitado su título, su trono, su legado, la princesa de la corte, la princesa escarlata como la llamaban, arrodillada, humillada, ante un usurpador, ante un humano, una bruja arrodillada frente a un humano, arrodillada frente al asesino de la familia real.
Cobarde la llamaban, perro faldero, deshonra real, bruja humillada, cada uno más hiriente que el anterior.
La sangre aún le manchaba las manos, desde que el usurpador habia sabido que la leyenda era verdad la habia usado como un arma, una asesina, un peón más en su juego y lo peor, no podía decir que no, su propio pueblo le decía cobarde, traidora, era verdad, para muchos ella no había luchado, era verdad y mentira, habia luchado, muchas veces, había sangrado luchando, tenía las cicatrices del látigo en su espalda, pero había dejado de luchar, cuando cada vez que mataba alguna persona de la nueva corte aparecía un cadaver de su gente, aparecía alguna otra persona azotada en la plaza, en ese momento dejó de luchar, en el momento que empezaron a matar a su gente.
Alejando los pensamientos de su mente siguió caminando, al llegar a las calles de la corte se cubrió el rostro y ocultó la espada además de sus manos, empezó a caminar rápidamente, al llegar a las puertas del castillo observó a los guardias y ellos al verla sonrieron cruel mente.
-¿Buena caza escarlata?- Murmuró el más bajo antes de soltar una risotada, el otro río junto a él y abrió la puerta de golpe, ella fastidiada siguió caminando rápidamente hasta la sala del trono, al llegar a la puerta suspiró y se tragó las lágrimas, observo al anciano que estaba de guardia, el sonrió tristemente y abrió la puerta.
Al ver las banderas colgadas la furia empezó a recorrer sus venas, con rapidez se sacó la capucha y observó al usurpador a los ojos, una sonrisa cruel estaba presente en sus labios.
- Arrodíllate princesa- Dijo el hombre mientras reía cruelmente, la chica de ojos diferentes lo observo a los ojos con un reto silencioso.
- Arrodíllate asesina, ahora- Repitió fastidiado el hombre, la bruja lo observo y con cuidado empezó a tomar la navaja que colgaba en su muslo.
- Tenemos un trato rey- Soltó la última palabra con asco, el usurpador enojado le dijo al guardia que se acercara.
-¡Arrodíllate!- Gritó enojado y ella cayo al suelo de un golpe por el empujón del guardia, pero ella con velocidad sacó la navaja y hizo caer al guardia, le puso la navaja en el cuello y le sonrió al rey.
-¿Le recuerdo quien aún tiene poder, mi rey? ¿¡Le recuerdo cómo me llaman!?- Gritó la mujer y sus facciones se endurecieron junto a la sonrisa cruel que adornaba su rostro, el hombre aún más enojado la observó.
- ¡Suéltalo princesa escarlata!- Gritó el hombre, la mujer de ojos diferentes sonrió y hizo un pequeño corte en el cuello del guardia.
- ¡Soy la maldita princesa escarlata! ¡Recuérdelo mi rey! ¡El único poder que usted ejerce sobre mí es mi pueblo! ¡Porque a la muerte yo no le temo! ¡Yo soy la muerte!- Volvió a gritar y con un movimiento de dedos la mujer hizo que al usurpador le empezara a dificultar respirar.
- Soy una bruja mi rey, no lo olvide- Dijo la mujer antes de soltar al guardia y lanzar la bolsa a los pies del rey.
Con tranquilidad empezó a caminar a la salida y un grito a su espalda la hizo sonreír.
- ¡Ten cuidado escarlata! ¡Yo tengo el poder! ¡Ya no eres la princesa!- Gritó el hombre que aún no podía respirar con normalidad, la mujer salió de la sala y con una sonrisa se despidió del guardia, pero su voz la detuvo.
- Tenga cuidado princesa Zaceth, usted es fuerte mi princesa, pero eso no le asegura la victoria, el usurpador es cruel- Dijo el hombre antes de volver a su puesto, la chica de ojos diferentes sonrió y le agradeció con la mirada antes de seguir caminando.
La mujer de cabello negro sonrió al llegar a su celda que le habían dado por habitación, con cuidado sacó la espada de su espalda y miró la sangre seca con asco, asco de sí misma, también saco la pequeña navaja y la sangre en ella la hizo sonreír, el usurpador le tenía miedo, eso estaba claro, era una bruja, era la princesa escarlata, era una asesina.
La asesina de la corte.
La única que tenía el poder para destruirlo.
Y eso haría.
Su venganza estaba más cerca que nunca.
Sangre por sangre.

La princesa perdida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora