Los gritos la despertaron, los pasos rápidos de los soltados y el metal de las espadas golpeteando contra sus cuerpos.
Con cuidado agarró la navaja en su muslo y fingió seguir durmiendo, al escuchar las órdenes que ladraban algunos soldados sonreía, le tenían miedo, sabían quien era, pero órdenes eran órdenes.
Al escucharlos abrir la puerta de su celda sonrió y se levantó riendo, aun tenía la navaja en su mano, lo que más la divertía era ver los rostros asustados de los más jóvenes, los más viejos estaban tensos, sus rostros estaban en blanco, la conocían, creían saber sus trucos, pero ninguno conocía su entrenamiento y a pesar de todo, era una bruja.
Con cuidado se levantó y empezó a jugar con la navaja con sus dedos.
- ¿Buscan algo señores?- Escupió divertida la bruja, pero uno de los guardias empujó a una mujer hasta que cayera al suelo, la mujer de ojos distintos se movió de golpe pero una espada rozando su garganta la hizo detenerse, con fiereza mostró sus dientes antes de levantar sus manos, la mujer arrodillada la miraba con lágrimas en sus ojos, la bruja sonrió intentando tranquilizarla.
-Libérenla, haré lo que sea, recuerden quien soy- Murmuro aun con la espada en su garganta, uno de los guardias más jóvenes empezó a carcajear.
-¿Y a esta cosa le tenían miedo? Me habían dicho que era una bruja, que era peligrosa, solo veo una mujer inútil- Escupió riendo el guardia rubio, la furia empezó a recorrerla por dentro, enojada hizo un movimiento sutil y la lámpara que había sobre sus cabezas explotó, el chico chillo y un guardia más viejo se acercó a la mujer antes de poner una navaja en su cuello.
- Quieta bruja- Murmuró el hombre, la bruja enojada volvió a mover los dedos y la navaja en las manos del hombre salió volando, la mujer salió corriendo hasta llegar detrás de la bruja, con cuidado y de forma lenta hizo que una navaja que estaba en su bolsillo llegara a las manos de la otra mujer.
-¿¡Quieren que les recuerde quien soy!?- Gritó la bruja antes de golpear al hombre que tenía la espada en las piernas, el hombre cayó al suelo y la mujer de cabello negro río cruelmente.
- Soy la princesa escarlata, la bruja, soy la princesa Zaceth- Escupió antes de levantarse, la mayoría de objetos que la rodeaban habían empezado a flotar y pequeñas llamas flotaban entre sus manos, sus ojos ardían de ira y sus movimientos eran fríamente calculados.
Pero un grito la desconcentro, ese momento fue su perdición.
-¡Mentirosa! ¡Asesina de tu pueblo!- Escucho gritar a un hombre y así a muchos otros, sus ojos de distintos colores empezaron a buscar los gritos, no los podía encontrar, eran muchos, estaban en todas partes, en ese momento la golpearon y la encadenaron, un guardia había estado detrás de ella. Esperando.
Ya no sentía nada, no sentía los golpes, no sentía los tirones de las cadenas, tampoco sentía el hierro que le quemaba la piel de las muñecas, solo sentía una cosa, la voz de ese hombre, la voz de muchos diciendo esas palabras y muchas otras, una y otra vez, cada una más dura que la anterior, cada una más cruel.
Los guardias la llevaban como un peso muerto, sus pies se arrastraban por el suelo del calabozo, la luz no la dejó ciega, estaba perdida en su mente, en sus recuerdos, en sus demonios.
El bosque la empezó a rodear, el frío la golpeó con fuerza haciéndola tiritar, no le importó, sabía dónde la llevaban, sabía lo que pasaría y ya no le importaba.
Al llegar a las calles los gritos aumentaron, no podía escuchar nada más, caminaba de manera inconsciente, de manera automática.
La gente le escupía, le gritaba, "Traidora" así le decían, "Asesina de tu pueblo", "Puta escarlata", "Princesa de los traidores", cada palabra era una puñalada, una puñalada más fuerte que la anterior, más dura, porque ese era su pueblo, por el pueblo que había luchado, por el cual seguía luchando. El pueblo que la había dejado caer.
Al ver donde la dirigían mentalmente recorrió su cuerpo, sus cicatrices, sus marcas, las costillas que se le marcaban, las heridas que aún no sanaban, solo se dejó ir.
Al llegar a la plaza le rompieron con una navaja la camisa que llevaba y se la sacaron de un tirón, el frío le caló los huesos y la rabia le encendía el fuego en las venas, de forma brusca le encadenaron las muñecas al poste para que no se moviera, sus pechos quedaron a la vista de todos, no le importó, no le importaba que todos vieran sus cicatrices. Ya no le importaba nada, estaba vacía.
Al escuchar el chasquido del látigo contra el suelo su cuerpo tembló en respuesta, lo ignoro, escucho a los guardias reír, escuchaba a las personas murmurar a su alrededor, sabía que las personas la apuntaban, no hizo nada.
El primer latigazo llegó con fuerza, su cuerpo se arqueó bruscamente y ella apretó las dientes haciéndolos rechinar, el dolor la llenó, la sangre salpicó la nieve, la tiño de rojo, el dolor era demasiado, pero no les daría la satisfacción de gritar, aún no.
Escucho a los guardias reír más fuerte, los escucho pasarse el látigo entre ellos, escucho como lo enroscaban.
El segundo latigazo llegó con mayor fuerza, así llegaron, uno tras otro, rompiendo la piel, rompiendo la carne, tiñendo de rojo la nieve, rompiéndola a ella, una y otra vez.
Al séptimo latigazo el dolor la hizo gritar, gritó con fuerza, su garganta le dolió, ellos rieron, lo hicieron otra vez.
Ella volvió a gritar.
Una.
Y otra vez.
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La princesa perdida.
FantasyLe arrebataron su trono. Su libertad. Su linaje. Su vida. Pero hay algo que nunca le podrán arrebatar. Su venganza. Bella portada de: @xinsightx