El no tiene Corazón

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Él no tiene un corazón, tiene una estación de trenes. Te ofrece un boleto para llegar hasta él. Te deja recorrer su piel y su mente como un turista. Toma tu mano, te guía por los vagones, te muestra los paisajes que se muestran en sus ventanas, cuando falta poco te invita un café. Al terminar el viaje, te despide para partir a un nuevo destino. Desea que te vaya bien y, si el trayecto lo permite, tener la oportunidad de cruzarse contigo en otra ruta de tren. Que ojalá puedas volver otro día, o buscarlo en la estación siguiente. Yo no tengo un corazón, tengo una luna. Pienso en la inconstancia del amor, el nuestro. En los cambios pasajeros que se cumplen por ciclos brillando en el cielo. Mi corazón al igual que él, sufre una terrible maldición. Ambos condenados por el ego, por el miedo a la separación. Desaparecemos en las noches donde el amor se torna frío. Volvemos cuando las chispas se encienden nuevamente y el fuego de lo desconocido nos llama una vez más. Entonces crecemos, hasta estar llenos de alegría. Y cuando todo se ha cumplido, nuestros deseos menguan hasta volver a desaparecer. Él no tiene un corazón, tiene una jaula. Te atrapa. Te hace creer que te cuida y alimenta el alma. Te repite cada mañana que eres su posesión más bella. Y tú, enamorada, le cantas a su ego todos los amaneceres; hasta que un día despiertas y te das cuenta que compartes el espacio con otras alas. Yo no tengo un corazón, tengo un abismo profundo. Él usó un par de alas para recorrer mi oscuridad, voló como un experto siempre con el cuidado de no llegar más abajo. Dejó caer sus plumas, ahora mi oscuridad comparte un fragmento de su cielo. Me encantó con su cuerpo y su sombra me tocó. Él dice que tiene media sombra, pero en realidad tiene dos, una que se enamora de las palabras y otra que lo obliga a olvidar cualquier amor. Él no tiene un corazón, tiene un sol que calienta a cualquier cuerpo. Yo soy un planeta que gira alrededor de su órbita. Adorando su luz y sufriendo por la inevitable lejanía. Pero no soy la única, otros planetas al igual que yo, giran ingenuamente siguiendo cada rayo de luz. Tengo suerte de no girar tan cerca. Su cariño quema, lo puedo ver en los otros planetas

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