Se oyeron tres golpes en la puerta de caoba, y moreno de castaña mirada dejó su copa medio llena del más refinado vino en el escritorio.
―Pasa. ―su voz resonó por toda la oficina, iluminada tenuemente por la luz que se filtraba a través de las ventanas.
La puerta se abrió al instante. Zayn pudo admirar la figura del guardia de seguridad, que lo miraba con complicidad, y el hombre que estaba frente a él, dando pasos lentos pero seguros hasta el escritorio. Sus rizos se veían oprimidos bajo un sombrero de terciopelo negro, mientras que su pecho estaba al descubierto por la camisa negra medio abierta, decorado por aquel tatuaje de una mariposa y una cadenilla que el moreno no podía ver del todo bien. Llevaba un traje y un pañuelo rodeando la parte trasera de su cuello, y cayendo por las solapas de su americana negra.
Zayn levantó la mano, y con una seña, el guardia abandonó la estancia y cerró la puerta tras de sí, provocando un eco y una siniestra sonrisa por parte del rizado, quien se encontraba en frente del escritorio.
―Espero que deduzcas el por qué de que te haya llamado. ―dijo el castaño de barba.
―Lo sé perfectamente, Malik ―contestó una voz áspera y grave. Zayn miró a su acompañante, quien se desvió hacia la barra en el que el moreno tenía sus licores. Tomó una copa de cristal y vertió un exquisito vino.
―Dilo. ―dijo Zayn, queriendo poner a prueba a su invitado, quien caminaba sin prisas hasta el sillón de cuero rojo oscuro. En unos instantes decidió acortar la situación y tomó asiento.
―No intentes ponerme en ridículo, Zayn. Sé que es por ella.
Zayn Malik esbozó una sonrisa maligna, tomó la copa y bebió un sorbo. Luego la dejó descansar entre sus dedos, meciéndola, provocando que el líquido se agitara dentro del cristal.
―Veo que no has olvidado el plan, Harold.
―Nunca olvidaría algo así ―replicó el oji-verde, llevándose la copa a la boca y dejando que el líquido humedeciera sus labios y garganta.
―En el último correo que te envié dije que el plan se efectuaría en un año ―Zayn carraspeó―, pero resulta que nos vemos inmersos en una situación complicada, Styles.
―¿No hay más gente a quien matar? ―preguntó Harold, con una sonrisa en su rostro y la mirada fija en la copa de cristal.
―Las cosas no están como para bromear sobre ellas, Harry ―dijo Zayn, aunque la sonrisa del rizado siguió en su rostro―, Franz viene en contra de nosotros, y pienso que no atacará solo. Pero sólo estoy seguro de una cosa; protegerá a su hija más que a nadie.
Harry Styles levantó la mirada del cristal y la llevó hacia Zayn. Recordaba perfectamente a la hija de Franz Blanc. ¿Cuánto tiempo sería? Más o menos diez años desde que dejó de ver a Savannah. De tan sólo imaginar cómo estaría ahora le producía un fuerte deseo y un escalofrío a lo largo de su espalda.
―¿Qué tengo que hacer? ―preguntó Harold.
―Encontrarla ―se limitó a decir el moreno―, y traerla hasta aquí.
El rizado de negros ropajes soltó una carcajada, a la cual Zayn reaccionó con una mirada seria.
―No te lo tomes tan a la ligera, Styles. Será complicado.
Harry Styles se inclinó levemente, apoyando sus dos codos en cada rodilla, y miró a su acompañante con un indicio de rabia en los ojos y con una sonrisa siniestra.
―Conozco muy bien a Savannah Blanc como para no saber que esto será difícil. ―murmuró.
―Confío en que lo hagas, Harold ―replicó Zayn en un tono neutro, aunque la ira comenzaba a reflejarse en sus ojos.
Tras unos minutos de silencio, Malik extendió hacia Harry, por sobre el escritorio, unos documentos y un bolígrafo; un contrato. El rizado lo tomó en sus manos y lo leyó detenidamente. Luego lo dejó sobre el escritorio y firmó con la negra tinta sobre el terso papel.
Estaba hecho.
―Sabía que lo harías ―dijo Zayn con tranquilidad.
―Debo hacerlo ―Harry bebió de un sorbo todo el vino que quedaba, y dejó la copa vacía sobre el escritorio. Se puso de pie, le tendió la mano al moreno, y tras estrechársela, se dispuso a salir del cuarto.
Cuando tomó el pomo de la puerta, la voz de Zayn volvió a inundarle los oídos.
―Recuerda que tenemos poco tiempo. Si no la traes en menos de un año, la verás sufrir con tus propios ojos, Harold. Y sé que no te gustaría eso.