Prólogo

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Pov. Hinata 

No importa donde vaya, ella siempre aparecerá, no importa los esfuerzos que haga para acercarme a él, ella lo apartara de mi lado; su nombre es un misterio para mí. Desde hace unos meses que llego a la aldea y solo con él se atrevió a enmascarar su verdadera identidad. Tiene nuestra misma edad, no pasa de entre los 17 y 18 años, su apariencia es dulce pero fría a su vez, sus largos cabellos descienden como cascadas flameantes hasta por debajo de sus hombros sonrosados. Figura esbelta y bien definida, manos pequeñas y refinadas, cubiertas por unos guantes negros con aberturas en los dedos; sus ojos son tan expresivos como los de cualquiera, sin embargo esa apariencia inocente y determinada, fueron los que lo capturaron. 

Nunca hemos oído hablar de su procedencia, pero estoy casi segura que él lo sabe; la forma en la que la mira y sonríe, se convierten en lo que jamás obtendré. Ella le devuelve el gesto con un dulce beso en la mejilla, entrelazando su mano con la de él, siendo correspondida sin ningún titubeo más si un sonrojo reconocible. Esa sonrisa radiante como el sol brillo más que nunca, y ahora que lo pienso, parece ser hace mucho tiempo que no la veía de esa forma; no he perdido, aun mantengo las esperanzas en que se fijara en mi como lo hace con ella... 

Otra vez los veo entrar a la misma hora al departamento, derramo unas cuantas lagrimas recelosas y cuando finalmente va cerrándose la puerta, ella mueve los labios sutilmente hacia mi dirección; tres palabras fueron suficientes para destruir lo que resta de mi corazón. 

—"Has llegado tarde" 

Pov. Sarada

Que insegura es de sí misma, no puedo creer que "eso" lo atrajo por unos años; que embelesada estaba en aquel entonces cuando contaba maravillas del amor que supuestamente se tenían el uno por el otro, siendo otra la realidad. La mayor parte del tiempo él se la pasaba en su oficina, pocas eran las que convivían en familia y extraño el mes en que organizaban una cita de la que ella se encargó anticipadamente de planificar; pero en ninguna ocasión lo escuche hablar con los mayores algo referente a su relación, en su lugar, desahogaba en sake todas sus frustraciones y culpas. Unas veces mencionaba a mi madre, otras regateaba con mi padre dentro de su mente o insistía en invitarme a comer ramen con él, y estando dormido peleaba con el cabeza hueca de su hijo; siendo un conjunto de emociones que milagrosamente su cuerpo resistía. ¿Cuántas veces no estuve ahí cuidándole hasta que se calmase?, ¿Dónde estuvo ella cuando más necesitaba ese alguien en quien confiar?, ¿no era tan indispensable para sus hijos?, si es así, ¿entonces porque ha dejado de ser feliz?. En su lecho de muerte finalmente descanso de las cadenas a la que estuvo sujeto...

Este viaje en el tiempo, es uno de mis errores de los que no estoy arrepentida. Al inicio mi intención era escapar de todo y de todos, que esas voces dentro de mi cabeza exigiéndome ser algo que no quiero ser, de quien enamorarme y de quien no; querían mantenerme a la raya, como una digna hija de la persona que se pasó 12 años de mi vida fuera de casa, debí haberlo superado, pretender no conocer los secretos que el clan guardaba en sus cimientos, creer y valorar lo que hizo por nosotras; olvidar que por aquel sujeto de la que estoy enamorada, sé que el único tío que tuve y no conocí ni trate, murió en las manos de su propio hermano—mi padre... 

Dentro mi estadía en la aldea, borre todo rastro de mi pasado, por supuesto, con él no podía hacerlo por completo, después de todo él es Uzumaki Naruto, la única persona con la que desearía pasar el resto de mi vida; aun siendo en el pasado, donde nada nos sujeta a las leyes de esta sociedad ninja. A lo que quiero llegar, es que, sacrifique mi futuro, por un presente donde él estaría presente, descubrirlo no me tomo más que unos segundos en los que mi mirada y la de él congeniaron silenciosamente...

Ahora estamos en su apartamento, despedí por este día de hoy, a la opositora de nuestra relación—que desde un principio se percató—lo que el destino traería consigo con mi venida.Recostados en el sofá, más bien él lo está, me ve fijamente y consigue sonrojarme, yo le retengo la mirada y me recargo sobre su pecho, sin apartar la mirada de él.

— ¿Qué es lo que ves en mí? —pregunte 

—Te pareces mucho a cierta persona que conozco dattebayo—contesto, frotando su nariz con la mía 

—Claro que no—reproche, mordiendo sus labios en un merecido castigo que término en un pasional beso donde ninguno de los dos cedería—De ser así, enfrentaras las consecuencias por mí, ¿no es cierto?

—Eso y más...

La IntrusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora