Buscando el deseo

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El placer, es lo que hace a la vida realmente interesante.
Para Marcos, un chaval normal como cualquier otro chico de 15 años, el sexo, la excitación y en general, todo lo erótico, carecía de valor, el se consideraba totalmente asexual. Nunca en su vida se había excitado, ni había encontrado ganas de masturbarse, o tenido algún pensamiento erótico de cualquier tipo.

Para él todo aquello era ajeno, era extraño, como podía ser tan querido por todos y a la vez tan contradictorio, cómo algo que en general todos amaban tan al unísono podía ser a la vez tan censurado y odiado por muchos otros.
El simplemente seguía la corriente, no se complicaba, muchas veces si alguien comentaba lo "buena" que estaba alguna chica o hablanban de aquellos temas (en contadas ocasiones) el se limitaba a callarse y a asentir, pues tampoco tenía mucho que aportar y para él sería extraño tener cualquier tipo de conversación donde tuviera que explicar que el nunca en su vida se había excitado ni había sentido nada, aún habiéndolo intentado más de una vez.

"Quizas sean las chicas" se preguntó más de una vez, y pasó a los chicos, "quizás sean las tetas" y pasó a mirar culos, sea como fuere, lo intentó todo y ni aún así dio resultado, así que simplemente en vez de intentar seguir la corriente, lo cual, vio que era imposible, se olvidó del tema.

Más de una vez había pensado en que haría si llegara en algún momento a tener novia o lo que es peor aún a algún tipo de momento erótico, quizás fuera aquello, que se animaría más en persona, pero, y si no resultaba ser aquello, sería demasiado incómodo hacer o decir nada.
Y entre toda esa maraña de pensamientos sin sentido y sin lugar sonó el timbre de clase y despertó de su trance, pues en ese instante, interrumpiendo el curso normal del día, entró la directora Laura, una señora mayor, de estatura baja y algo encorvada vestida con una camisa verde y una falda larga marrón que era común ver con ella, la clase se sumió en el más absoluto silencio mostrando el respeto que imponía y la directora y ésta habló:

-Siento cortar vuestra dinámica de clases pero durante la próxima hora estaréis llendo 1 en 1 a la aula de informática, donde estará una psicóloga con la que tendréis una charla sobre temas de sexualidad y podréis preguntarla vuestras dudas como parte de un programa de educación sexual que ha impuesto el gobierno, espero os porteis bien con la psicóloga.

Tan pronto se fue todos empezaron a hablar unos con otros, pero Marcos estaba confundido, ¿Qué se suponía que iba a decirla? Cada segundo se agobiaba más pues para él aquel tema era sumamente incómodo, y su maraña de dudas cada vez se hacía una bola más y más grande que ocupaba su cabeza.

-Oye Marcos -Reclamó Adrián, compañero de la derecha de Marcos- ¿Tú que opinas de ésto? Yo creo que va a ser un poco estúpido, pero al menos perderemos clase, quiero decir, no hay nada que no sepamos ya, temas de consentimiento... De protección... Cosas aburridas de charla de policias
-Si... Seguramente ¿no hay forma de pasarlo? Yo no creo que quiera hablar con ella, esos temas son incómodos de hablar con adultos... -Dejó caer Marcos

Pero fue interrumpido por la puerta, que de nuevo se abrió dejando ver a una chica alta, de pelo rubio, aunque tintado, ya que se veían sus raíces castaño, con cara alegre y ojos verdes, vestida con una camisa blanca y unos vaqueros azules, era la viva imagen de la típica psicologa de consulta, solamente le faltaba la libreta, comentó alguna voz anónima.

La psicóloga se presentó, se llamaba Lucía y tenía 26 años, de los cuales quizá aparentaba algunos menos, pero empezó a llamar a gente por orden de lista.
Marcos era de los 10 primeros de la lista, lo cual le ponía más nervioso, pues no sabía a que se atenía, durante el resto de horas vino su profesora de inglés Carmen, la cual estuvo vigilando la clase mientras cada uno iba pasando a hablar con Lucía.
Aquella media hora se pasó demasiado rápido para Marcos, tenía miedo, y muchas inseguridades, no sabía que decir, ni que hacer, pero allí estaba ella, entrando por la puerta y pronunciando aquel nombre

- Marcos, Marcos Caballero, te toca, pasa conmigo

En ese momento se le pasaron miles de pensamientos por la mente, tenía hasta un pequeño plan de decir que le dolía el estómago, ¿o era más convincente la cabeza? No lo sabía, era demasiado tarde, el se había levantado y se dirigía y el aula de informática, sus piernas y su cerebro cual zombie, no estaban conectados, no respondían, el quería huir, poner alguna excusa, sin embargo, como por obra del destino, seguía avanzando, avazando hacia aquello que más miedo le daba

Marcos entró a la sala de la psicóloga, medio receloso y tembloroso y se encontró una sala vacia, con una pizarra limpia y 2 sillas, una ocupada obviamente por Lucía, él se sentó y puso sus manos entrelazadas entre sus rodillas.

-Buenas... Marcos ¿verdad? -Le miró amistosamente
-Si...
-Te noto algo nervioso, no te preocupes, no te voy a juzgar ni nada, si estoy aquí es para que preguntes tus dudas e inseguridades sobre estos temas
-No tengo ninguna, se perfectamente como se tienen relaciones sexuales y que necesitas el consentimiento de la otra persona, no necesito esto
-Esto no trata de eso Marcos, esto trata de esas dudas tontas o no tan tontas que a todo el mundo le surgen en esta edad y es normal
-No tengo ninguna... -No podía ni mirarla a la cara, miraba al suelo

Ella seguía haciéndole preguntas e intentaba animarle, pero el esquivaba todas, solamente quería que acabara, no tenía ganas de explicarle porque su pene aparentemente no funcionaba y no era como el resto. Fue mirando al suelo, cuando se dio cuenta de sus zapatos, llevaba unas manoletinas que dejaban entrever sus pies, con las cuales jugaba, quizás era por los nervios, o quizás por obra divina, pero por primera vez se estaba animando de manera especial, fue tanto que de repente se le vinieron a la mente imágenes de los pies de la psicóloga, y de repente no le parecía tan fea y entre cosa y cosa tenía una gran erección en los pantalones, de la cual se percató Lucía

-¿Es... Estas bien?
-Ehhh... S-si perdón, perdón -Dijo tapándose con las manos y cerrando sus ojos sonrojado
-No te preocupes, es natural, no es la primera vez que me pasa -Dijo entre risas
-N-no esque... Nunca me había... Ocurrido

Ella se quedó sorprendida, y Marcos se quedó en silencio, de nuevo mirando hacia el suelo y sus pies

-Y es... ¿Por ésto? -Dijo tambaleando un poco su pie

Marcos, algo receloso, asintió, nunca le había funcionado con ninguna otra cosa o parte del cuerpo, así que le confesó todo a la psicóloga.
Así que esta le propuso una actividad especial

-Se que ésto no debería hacerlo... Pero es por una causa especial, tu no dirás nada ¿verdad?

Marcos asintió con la cabeza, rápidamente y se puso de rodillas en el suelo tal como indicó la psicóloga, mirándola algo avergonzado, le quito lentamente su zapato, dejando ver su precioso pie entero. De repente lo que era no más que una pequeña erección se convirtió en un abominable bulto y unas tremendas ganas de tocarse, Marcos comenzó rápidamente a animarse y a besar y a oler el pie de la psicóloga mientras intentaba restregar su miembro contra el otro, fue un tiempo de oro, las sensaciones que Marcos estaba sintiendo y adquiriendo eran de lo más placenteras y deseaba que no acabase nunca pues quería más, quería tener todo aquello para el por siempre, con más olor, más zapatos, más pies, los quería todos, besarlos, olerlos, lamerlos, masajearlos. Adorarlos en general, pero tras lo que para Marcos era escaso tiempo, fueron 10 mintuos en la vida real, donde tras sonar una alarma Lucía tuvo que echar a Marcos

-Fue bonito... Siento que sea tan poco tiempo, pero esto no tendría que haber ocurrido, así que el trabajo te lo terminas tu solo después en casa

Dio un beso a Marcos y le dijo que había sido muy tierno con ella pero que aquello estaba mal.

Él se sentó en su mesa, de nuevo y en silencio se dio cuenta de que aquello, era el placer de verdad, y aquello era su deseo íntimo, a él no le gustaban las tetas, o los culos, o cualquier otra cosa, el lo que quería eran pies.
Le daba algo de vergüenza pensar en lo ocurrido, pues no sabía que las erecciones te hacían tan lanzado, pero aquello era algo que tenía qur repetir seguro.

Jugando con piesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora