Capitulo diecisiete

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El peso del Patriarca.

Londres Inglaterra.

Terry estacionaba su auto en la residencia de su esposa Susana.
Había conseguido un nuevo rol protagónico en la obra de Hamlet.
Estaba muy feliz, Susana había sido esencial para que su carrera artística continuara creciendo.
Como era costumbre, llevaba en sus manos el ramo de flores para su mujer.

_ ¡Buenas tardes Terruce! _, saludó la señora Marlow.
_ Buenas tardes señora. _ respondió con una leve sonrisa.
_ Le pediré a Viki que suba a la habitación de Susana la base con agua fresca para las flores. _ Él agradecido continúo su camino hacia la habitación.
Al tocar la puerta y entrar en seguida, saludo a su esposa con un beso en los labios, seguidamente le besó el vientre.

_ ¿Cómo te sientes Sussy?
_ Mejor que ayer, _ respondió ella tomándole la mano.
Susana estaba en cinta y comenzaba con los malestares del embarazo.
_ Howard habló para decirme que obtuviste el papel de Hamlet.
¡Estoy orgullosa de ti! _. Terry se sentó junto a ella y le agradeció por todo lo que había hecho y seguía haciendo por él.
_ Si no hubiera sido por ti, no sé qué sería de mí.
Ahora seré padre y debo estar más al pendiente de ustedes. _ dijo mientras tocaba la pancita.
_ Estoy preocupado porque en tu estado no sé si podrás acompañarme.
Habrá una gira por América. _ dijo Terry sin dejar de observar a su esposa. No quería perderse la reacción que esa noticia provocaría en ella.
_ Estoy segura que me sentiré mejor para entonces.
Pero si no me es posible estar contigo. Desde aquí nuestro bebé y yo te estaremos esperando. _ dijo con una sonrisa.
Terry asintió. Susana poco a poco recuperaba la vista, aunque la imagen era borrosa le encantaba verlo.
Él era el hombre por quien ella destruyó sus sueños como actriz para salvarle la vida. Era un milagro que después de su grave accidente recuperaba la vista poco a poco y más aún había concebido.

New York, hospital Bellevue.

La limosina de los Ardlay hacia la parada frente a emergencias del hospital. La matriarca de la familia había llegado en busca de Albert.
Tomada del brazo de Archie, Elroy Ardlay se dirigía a la oficina del director Leonard.

_ ¡Señora Elroy!... es un honor tenerla por las instalaciones del hospital. _ dijo el hombre poniéndose de pie al tenerla frente a frente.
_ He venido porque aún no he obtenido respuesta de los documentos que le envié._ dijo la mujer con gesto desagradable.
_ ¡Por favor siéntese! El Dr. Albert ha aceptado ser el médico personal del señor William. _ Archie no sabía nada. Se sorprendió al escuchar el nombre del tío abuelo.
_ Quiero hablar con él y dejarle claro que no aceptare un no por respuesta. _ La dama se puso de pie esperando que el director le indicara el camino hacia el consultorio de Albert.

Mientras caminaban por los pasillos se encontraron con Candy, quien salía del consultorio de Albert.
Elroy sintió que la presión se le bajo al tener a la rubia frente a ella.
Candy enmudeció, no pudo decir una palabra.
< Pero... ¿Qué hace la señora Elroy aquí?> _ Se preguntó asustada.
Hacía años que había cortado comunicación con George y la familia de su tutor, el cual daba por hecho que ya no lo era por su mayoría de edad.
Archie al tenerla frente a él, sonrió feliz.
_ ¡Hola cindirela!... nuevamente nos volvemos a encontrar. _
Candy medio sonrió y siguió su camino sin responderle.
Hecho que no pasó desapercibido por Helen y el mismo Archie.
_ ¿Candice White trabaja aquí? _ preguntó Elroy llevándose la mano al pecho.
Helen al ver que la mujer palideció, la sostuvo del otro brazo.

_ Señora respire despacio, está usted fría. _ Al escuchar las voces en el pasillo, Albert salió del consultorio encontrándose con su tía a punto de desmayarse.
_ ¿Pero?...
_ Albert alcanzó a decir esas palabras cuando la anciana perdió el conocimiento.
_ Ayúdenme a llevarla adentro.
_ Tía por favor reacciona. _ dijo Archie nervioso. Albert les pidió que salieran todos del consultorio, conocía a su tía y sabía que era una actuación de la mujer.
_ No me iré. No la dejaré a solas con un médico que no conozco. _ Archie respondió alzando la voz. Recordó que Albert era el medico a quien Candy no quitaba su mirada el día que se encontraron en el elevador y, que hacía unos minutos, le miro salir de ese mismo consultorio.
_ Entonces déjame atenderla. _ dijo Albert bajando el tono de voz.

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