Prólogo.

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—Señorita Jeon —Comenzó la mucama, una mujer de unos cincuenta y cinco años aproximadamente,  de cabello grisáceo por las canas que asomaban ya. —Su padre quiere verla.

—Por dios, Ha Won. Me has criado por casi veinte años y sigues diciéndome señorita Jeon. Soy HeeJin, Hee Jin. —Habló esta vez la más joven, dedicándole una sonrisa. 

Después, se giró, dirigiéndose hacia la oficina de su padre, el Dr. Jeon.

La hija menor de los Jeon, estudiante de medicina, bonita, proveniente de una familia de dinero, misma que tenía una cadena de hospitales muy importantes en Seúl, Corea del Sur. La hija perfecta, según su padre. Pero, ¿a qué costo? ella parecía un molde el cual su padre quería llenar con cosas que él quisiera. HeeJin jamás sintió el amor de un padre, mucho menos de su madre, quien había fallecido por causas que su padre le dijo que sabría en cuanto cumpliera los veinte años. Solo faltaban ocho meses y por fin lo sabría.

En cuanto la castaña entró en la oficina de su padre, tomó asiento muy despreocupadamente. Ni siquiera quería hablar con él. Pasó su mano por su suave mandíbula, observando fríamente al hombre frente a ella.

—Hola, hija.

—Hola, Dr. Jeon. —Respondió. Reposando en la silla, sacó su teléfono del bolsillo y comprobó la hora. Se sentía algo culpable por hablarle así a su progenitor y a quien se había encargado de mantenerla tanto tiempo.

—Bien. Vayamos al grano. —Enunció, soltando un suspiro, cansado de lidiar con el mal genio de su hija. —Liderarás el hospital Mirae junto con tu hermano. Bueno, en realidad serás algo así como sub directora. Él será el director.

—¿Perdón? —En su patente incredulidad, el hombre dejó salir una carcajada. —No es gracioso. ¡Yo ni siquiera quería estudiar medicina! —Rugió.

—Te explicaré, HeeJin. Tengo que desaparecer pronto. Tengo algunos problemitas con gente... trajeada. —Articuló con tranquilidad, dejando aún más confundida a su hija.

HeeJin sabía que su padre era un idiota, pero jamás imaginó que heredaría su más grande tesoro solo porque, quizás se había metido en problemas. Siempre ignoró el hecho de que su padre tenía reuniones con gente muy extraña que ni una identificación mostraba al llegar a casa, y al no ser gente que se ve muy a menudo, no podían ser familia.

—Vete a la mierda. —Replicó la chica, sin alzar la voz.

—¿Cómo has dicho?

—Vete a la mierda. —Repitió, poniéndose de pie y saliendo de la oficina.

Se alborotó el cabello. ¿Qué clase de padre le decía a su hija de un día a otro que heredaría el negocio que ni siquiera sabe cómo manejar? Quería creer que JungKook, su hermano mayor, tenía alguna idea. Pero todos esos pensamientos se desvanecieron cuando lo vio besándose con otro tipo mientras subían acaloradamente a la habitación del chico.

—A este paso contraerá sida o algo parecido.

Hizo una mueca de asco, metiendo sus manos en los bolsillos de su chaqueta, decidida a salir a tomar algo. Pasó por alto el hecho de que estaba anocheciendo, se vio a sí misma en el reflejo de los vidrios que adornaban las ventanas de su hogar, HeeJin le sonrió sombríamente a su reflejo y encuadró los hombros. Bueno, eso estaba a punto de cambiar. Iba a probarle a su padre que ella podría ser confiable para cosas importantes. Incluso más confiable que el idiota de su hermano. De alguna manera, ella descubriría porque hay tantos secretos en su familia.

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