CAPÍTULO I. LOS DOS MUNDOS

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Después de un largo rato de pensar en alguna estrategia que sirviera para escapar de las garras de su padre –mejor dicho, de las responsabilidades que tenía, además de la escuela, claro–, Jeon HeeJin separó las manos y se incorporó lentamente. Puso una mano en su cintura y otra la pasó por su frente, estaba sudando frío, no podía aceptar lo que escuchaba de la televisión.

''El Dr. Jeon SeoWoo, acusado de tráfico de órganos de parte de una organización de padres de pacientes que han pasado por el gran hospital Mirae...''

Con una expresión desconcertada, ni siquiera buscó el control remoto de la televisión, simplemente desconectó la pantalla. Salió de la habitación, necesitaba despejar su mente. Jungkook la saludó enérgicamente, y su mucama también la había saludado tan cordialmente como todos los empleados de su padre. De alguna forma, que todo el mundo estuviera tan tranquilo, la hizo ponerse en guardia. Se dijo a sí misma que era una tonta –pues claro que su familia no la traicionaría– y puede que en realidad sea una tontería, pero había que estar alerta por si acaso.

¿Y si quedaban en quiebra? ¿Y si ya no podrían pagar su universidad? Peor aún, ¿y sí metían a su padre a la cárcel? No, a todos los Jeon. Bueno, no era tan malo, después de todo la cárcel era una simple versión ampliada de su casa, exceptuando los barrotes de acero que adornaban ventanas en vez de cristales. Cuando estaba a punto de abandonar su casa, una figura conocida apareció en su campo de visión. Era el secretario de su papá, el Sr. Jung, un hombre de barriga prominente, vestido con un traje negro típico de los representantes de auxilio de algún jefe. HeeJin lo asociaba con un panqué de vainilla, pues olía a pan siempre que se lo topaba. El hombre extendió su mano en el más cordial de los saludos, sonriéndole a la joven.

HeeJin aceptó su saludo estrechando su mano levemente. No le gustaba compartir mucho contacto con la gente. Era tan... incómodo, al menos para ella.

—El Dr. SeoWoo desea hablar con usted. —Informó muy seguro de que HeeJin le seguiría el paso, sin embargo esta última no parecía muy convencida de querer hablar con su padre. —Sígame, por favor.

Acto seguido, hizo caso a la sugerencia del hombre. La chica estaba pensando en porqué su padre ya la había citado dos veces en la semana cuando el señor alardeaba estar ocupado todo el tiempo, protestando por no ser molestado durante su horario de trabajo. Cuando el camino al despacho de su padre cesó y atravesaron la puerta, el Sr. Jung hizo una reverencia silenciosa y salió deprisa. El lugar estaba deliciosamente fresco a pesar del ardiente sol canicular.

—Empiezas mañana. —Fue lo único que salió de su boca. HeeJin adoptó una expresión confundida y soltó una risita, debía estar bromeando. —No es broma, Jeon. Mañana mismo tengo que irme.

—¿Irte a dónde? —Cuestionó. Sabía que su padre no le diría nada, mucho menos le daría detalles de porqué se va. Aunque en su interior sabía, que era porque lo habían acusado de tráfico de órganos. ¿Quizás era real?

—Lejos de aquí. JungKook y tú necesitarán protección, así que he contratado un par de guardaespaldas para ustedes.

—Genial. Ahora tendré niñero.

—No, es niñera. No quiero que termines enamorada de él.

Guardó silencio y agradeció, sabía que no se iba a sentir cómoda con un hombre detrás de ella siempre, tenía suficiente con los empleados. Además, parece que tal es la atención que le presta su padre que ni siquiera sabía que era lesbiana. Fantástico.

El mayor le extendió un sobre que contenía muchos documentos.

—Los manejarán Jungkook y tú, espero que sepan seguir el negocio.

Se volvió hacia el rostro de su padre, y lo que vio en él, la sumió en profundo desaliento. Se veía algo diferente. Acostumbraba verlo sin expresión alguna, pero sorprendentemente, se veía pálido y algo... ¿asustado?

Sin despedirse de su progenitor, dejó la habitación. De sus ojos brotaban lágrimas, no por tristeza, sino de impotencia. Por muy rápido que pasara todo, no debía dejarse caer. Se sintió aún peor por no poder mantenerse firme en una situación como esa. ¿Cómo era posible que su padre, aquel hombre que había fundado un hospital para ayudar a la gente estuviera, posiblemente involucrado en un caso tan grave y tan ilegal? No lo sabía.

Su vista estaba nublada y su corazón latía como loco. Quería perderse entre las calles y cambiarse el nombre, borrarse los recuerdos. Pero, todo esto quedó en blanco cuando chocó contra el pecho de alguien.

—Señorita Jeon. —Dijo aquella persona, que por su voz, HeeJin dedujo que era una mujer joven. —Disculpe. Estaba a punto de ir al despacho del Dr. Jeon porque me han dicho que usted estaba ahí. Soy su guardaespaldas.

De alguna forma, el sonido de la voz de ella, la tranquilizó. Era tan suave que hasta sus exaltadas emociones se comenzaron a calmar.

—Ah... sí. Soy yo. —Suspiró, levantando un poco la mirada, después bajando la cabeza al recordar que estaba llorando hace poco y probablemente tuviera la nariz y los ojos rojos e hinchados. —Un placer. ¿Cuál es tu nombre, señorita Guardaespaldas?

—Kim HyunJin. —Contestó con una seriedad que le erizó la piel. —Iré a buscar a su padre. Aún necesito firmar algunos papeles, nos vemos luego, señorita Jeon. —Se despidió poniendo ambas manos a sus costados y haciendo una reverencia, después siguió su camino.

—Kim HyunJin... —Pronunció, pese a que nadie pudiera oírlo, estremeciéndose al momento que aquel nombre salió de sus labios.

BODYGUARD.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora