Siempre, la última casa ha sido la que más dinero ha dado.Una persona, que pareciera, siempre le faltaba carbón en su hogar, cada semana, una vez al día, el iba a reponer lo que nunca había.
Siempre al caer el sol, cuando la noche empezaba a amenazar en aparecer, sus cabellos rojizos se meneaban con las últimas resoplidas de viento tibio.
Y la última casa, precisamente la única mansión del lugar, le esperaba con las luces prendidas. Al llegar, un hombre adulto le esperaba en el marco de la puerta, con sus cabellos negros y rizados ondeando con el viento mientras una pipa humeaba en su mano izquierda, como todas las tardes, cada día viernes a la despedida del sol.
No le gustaba el lugar, era lejos de todos, y si ese hombre se lo proponía, podía matarlo sin ningún problema, después de todo, nadie podría escuchar sus gritos de auxilio o piedad, y tal vez, nunca nadie le encontraría.
Esa vez fue diferente, cuando llegó, el hombre agarró el carbón directamente, alguna vez eso le hubiera parecido normal, pero eso le había inquietado, el hombre normalmente le invitaba a pasar a tomar algo, o incluso le ofrecía hospedaje poniendo de excusa el anochecer y lo peligroso que era aquello, pero siempre, cortésmente rechazaba la proposición. Eso hoy no había sido el caso, y de alguna manera, se había inquietado al cambiar algo que se había echo costumbre en su rutina.
“Muzan-san, gracias por su compra y con su permiso, me retiro” había dicho amablemente, el otro por su parte acercó su boca a la pipa, luego alejó está y dió un resoplido cargado del aroma a nicotina y tabaco.
El adolescente tosió, y se dió la vuelta, debía irse antes de que la noche tentara a las catástrofes.
Ya es hora de volver a casa
Pensó, comenzando su caminata, si llegaba temprano lograría ayudar a cocinar a su madre, también tenía que hacer su tarea, y probablemente sus hermanos necesitarían ayuda con sus deberes, si no mal recordaba, su hermana Nezuko le había pedido ayuda para remendar la ropa de los pequeños, estaría bastante ocup-
— ¿Eh? — volteó, al notar como una gran y pálida mano le sujetaba el brazo, en la zona del codo. — ¿Muzan-san...?, ¿Que es lo que hace? — dijo, intentando apartar sutilmente la mano del pelinegro.
— ¿Sabes?, Hoy abra una tormenta, en unos minutos comenzara, no es seguro que te vayas ahora, ¿No lo crees? — el peli burdeo notaba algo extraño en el comportar del señor Kibutsuji Muzan aquel día, parecía nervioso, algo que no acostumbraba ni coincidía con su habitual personalidad. — ¿Que te parece quedarte hoy?, Entremos y llamemos a tu madre para avisarle. — y allí estaba la cortesía que siempre se hacía presente al estar cerca de aquel hombre, pero aún así, Tanjiro sentía que algo andaba mal.
Huele a gato encerrado.
Pensó, algo había cambiado, y eso le mantenía inquieto. Lo mejor era alejarse lo antes posible, supuso.
— Lo lamento y se lo agradezco, Muzan-san. Pero si es el caso de que habrá una tormenta, eso significa que debo apurarme aún más en regresar, en otra ocasión será — dijo con una pequeña sonrisa, despidiéndose nuevamente.
— ¿No quieres pasar a tomar algo?, ¿O a comer, tal vez?, Debes estar cansado, ¿Por qué no pasas un rato?, Si quieres luego puedo llevarte en mi auto a tu hogar. — insistía, caminando a la par del pelirrojo.
— No,no, no, ¿Cómo podría aceptar?, En serio, lo lamento, pero me debo marchar. —
Comenzó a caminar de nuevo, está vez con más velocidad, intentando irse del lugar, estaba seguro que estar lejos de allí sería lo mejor, lo cual era correcto.
— Supuse que dirías eso. — escuchó a sus espaldas, mientras se escucho unos repetidos pasos, que sonaban aun más por los escalonados de cerámica del lugar, el cuero del calzado derrepente hizo un rechinido, que sonaba aún más a un chillido.
A esto, el pelirrojo atino a mirar hacia atrás, esperando que aquel hombre no se hubiera resbalado, pero fue aún más su sorpresa al encontrar a aquel imponente pelinegro tras suyo.
— Hoy te quedas en la última casa, ¿Lo entiendes, Tanjiro...? — dijo suavemente, mirando con una pequeña sonrisa como aquel pequeño cuerpo se desplomaba, atrapandolo antes de que diera de lleno a la dura y resistente superficie.
La última casa siempre ha sido la que más dinero ha dado, en aquella casa vivía un joven e egocéntrico empresario, el cual se había ido a vivir a un pueblo lejano a la ciudad por el hecho de rumores que se esparcieron, los cuales le involucraban directamente.
Pero como decía, la última casa es que más dinero daba, y el dinero era un arma de doble filo, los rumores se habían detenido de a poco, pero aquel pelinegro decidió no volver. Había algo de aquel pueblo que llamo su atención, eso mismo era un indefenso muchachito, al cual su riqueza no le afectaba, y en su último intento, aquel joven muchacho se iría con el.
Tal vez los rumores no eran del todo falsos, “Muzan Kibutsuji, ¿Un secuestrador?, ¿Un psicópata?, ¿O tal vez un hombre en completa soledad?”
Y
a era momento de volver a la ciudad
Y está vez, no regresaría solo.
Esta vez la última casa desaparecería, sin dejar rastro, ni rumor que le persiguiera, como las anteriores veces, está vez se encargaría que así fuera, completamente.
Alzo el inconsciente cuerpo más pequeño, alejando aquel pañuelo, el cual se encontraba levemente húmedo, del rostro de aquel pelirrojo.
El pañuelo lo guardo en su bolsillo, y al llegar a la puerta de su mansión, la puerta se cerró tras de si.
La última casa, la última vez que Kamado Tanjiro se vio.