❝𝐏 𝐑 𝐎 𝐋 𝐎 𝐆 𝐎❞

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Miraba con curiosidad las olas, tenía la sensación de que estaba segura, cuando en realidad era todo lo contrario. Un mísero despiste y ya estaría siendo tragada por las olas, ella no podía permitirse algo así, tenía que ser perfecta, mejor dicho, debía ser perfecta.

Nunca se perdonaría a sí misma cometer un error tan tonto como ese, era la Diosa del Océano, los dioses no fallan en nada, nunca.

Sonrió irónicamente.

Sus habilidades en el mar impresionaba a cualquiera. Mucho más si mantenía esa mirada irónica y juguetona que a veces pone solo para romper el hielo. A pesar de todo ella seguía bromeando. Podía aparentar querer matar a cualquiera que se le cruzase, pero en el fondo seguía siendo esa niña que solo quiere ser feliz y pasar el rato.

Los peces seguían nadando, como si ella no estuviera allí. Movía sus piernas al compás, todo le parecía precioso, sacado de un cuento.

Frunció el ceño.

Ella aprendió por las malas que nada era perfecto.

Golpeó el agua con su mano derecha.

Lo que más le molestaba era eso, que nada nunca iba a ser perfecto. En un mes se mudaría a Japón para comenzar una nueva vida junto a su tía.

No quería mudarse, odiaba los cambios bruscos de la vida. Su hogar estaba allí, en Hawaii, junto al mar, no en la gran ciudad.

Se puso de pie en la tabla de surf, miró fijamente a los peces que nadaban tranquilamente, seguidamente miró al frente dándose cuenta de que una ola amenazaba en arrasar su cuerpo sino la surfeaba rápidamente.

Volvió a fruncir el ceño.

Se quedó quieta, sin reaccionar, como si se tratase de un cuerpo sin vida.

La ola no tardó en llegar hasta ella.

En ese momento tenía dos opciones.

Dejar que la ola la tumbe.

O tirarse de cabeza.

La respuesta era más que obvia, como si su vida dependiera de ello se zambulló de cabeza al agua. Se mantuvo bajo el agua varios segundos en los que abrió sus ojos, uno de color marrón y otro verde aqua. Su cabello totalmente marrón flotaba bajo el agua, como si de una diosa se tratara. Puede que no lo pareciera, pero con solo al estar en contacto con el agua su presencia se convertía semejante a la de una diosa, eso sólo podía conseguirlo ella, Natsumi Aoyama.

Volvió a la orilla y se sentó en la fina arena.

Pronto su vida iba a cambiar.

Y lo peor de todo es que ella no sabía si sería capaz de afrontar algo así.

❛𝐃𝐨𝐬 𝐦𝐢𝐫𝐚𝐝𝐚𝐬 𝐧𝐨 𝐬𝐞 𝐜𝐫𝐮𝐳𝐚𝐧 𝐩𝐨𝐫 𝐜𝐚𝐬𝐮𝐚𝐥𝐢𝐝𝐚𝐝❜ ᴵᴱDonde viven las historias. Descúbrelo ahora