𝐘𝐮𝐢𝐜𝐡𝐢𝐫𝐨 𝐓𝐨𝐤𝐢𝐭𝐨 | ᴱᴸ ᴾᴵᴸᴬᴿ ᴰᴱ ᴸᴬ ᴺᴼᶜᴴᴱ [EDITANDO]

O1 : 𝐓𝐫𝐚́𝐠𝐢𝐜𝐨 𝐑𝐞𝐧𝐚𝐜𝐢𝐦𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨 [EDITADO]

...Queridos dioses.

Bu...dha...
Por favor...

Por favor... Sólo...
Perdonen a mi hermano...
A diferencia de mí... Él es un chico muy bueno...
Él... Quiere... Ser útil...
Y yo... Me interpuse en su camino...

Rezó lentamente una voz, proveniente de un lastimado muchacho tendido en un futón lleno de sangre. Su tono rogante hacía la nada era casi vacío, totalmente desesperanzado y dando al parecer sus últimos alientos desde el fondo de sus pulmones.

Soy... El único... Malo aquí...
Si van a castigarnos...
Solo castíguenme... a mí ...

Frente a el, había otro muchacho tendido en el suelo, arrastrándose en su miseria; era exactamente igual al otro, con la diferencia de un ropaje con colores invertidos, más lágrimas y menos heridas. La fría madera del suelo le quemaba la piel expuesta, deslizándose lentamente hasta llegar al cuerpo polvoriento.

Lo supe todo el tiempo...

Desesperado, el gemelo menos lastimado se arrastró hasta alcanzar la única mano extendida del otro, aferrandose con fuerza a ella en un gesto inútil de hacerle saber que estaba allí.

La "Mu" de Muichiro...

Las lágrimas del gemelo con ropa mas clara humedecidan sus infantiles mejillas sonrojadas, desesperado por no saber que hacer; incluso, sinceramente tampoco tenía las fuerzas para hacer algo después de haber corrido durante horas para llegar allí.

Es el "In" de "Infinito".

Las piscinas aguamarinas lentamente agotándose de la más mínima gota de vida se cerraron, perdiendo la conciencia en un mar de negro y con ella su calor corporal.

-¡YUI!-

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...

La conciencia del gemelo mayor se había agotado ya hacia bastante, tal vez por la hemorragia o por el frío que entumeció cada músculo expuesto por su ropa. Pero de todas maneras, las razones ya no importaban. Después de aquel chispazo de cordura gastado en un mediocre rezo a cualquier deidad que se estuviera riendo del espectáculo, Yuichiro supo que iba a morir, y lo aceptó.
Por ello, decidió gastar sus últimos alientos en rogarle al destino un mejor futuro para su hermano; para luego sucumbir ante la oscuridad y someterse ante las candentes brazas del infierno que seguramente le esperaba por su apatía en vida.

No supo que pasó; no contó el tiempo, tampoco tuvo una visión plena en su desmayo ni pudo escuchar nada que no sea un pitido irritante en el fondo de su cabeza. Pero en algún insólito momento de su sueño brumoso su conciencia comenzó a emerger de la oscuridad, confundida y rezagada por el tiempo de inactividad. Sus párpados estaban pegados a su piel y su cuerpo entero se sentía entumecido, estaba totalmente confundido y su cuerpo luchaba para comenzar a funcionar adecuadamente.

Después de una casi eternidad en completo silencio, esperando acostumbrarse a la sensación de estar ya finalmente despierto, sintió que la fuerza por fin llegaba a él; por lo menos lo suficiente para forzar a sus párpados a despegarse de la sólida capa que los había pegado.