Capítulo 1: La niebla sobre Tokio.

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     —Mucha gente confunde China y Japón, sin embargo, son dos culturas completamente diferentes... —Kamila llevaba un rato hablando, pero hacía ya tiempo que Alexei no la escuchaba. 

     Ambos viajaban mucho a causa de las competiciones. Sin embargo, el de gafas nunca había estado en Tokio. Había algo absorbente en esa ciudad. Si bien el velo de niebla tóxica que cubría las calles y rascacielos era abrumador; el moscovita se veía incapaz de apartar la vista de sus calles, como si quisiera gravar cada una de ellas en su memoria.

     Hacía un rato que habían escapado del hotel. Su idea inicial era huir de ese agobiante ambiente; estar allí encerrados era insoportable. Aunque si por Tatiana fuera no habrían salido ni de sus respectivas habitaciones. Tampoco la iban a obedecer siempre, si lo hicieran la pobre mujer se quedaría sin motivos para enfadarse con ellos, y a estas alturas los dos jóvenes ya creían que su entrenadora no podía vivir sin regañarles.

     A pesar de que la competición hubiese llegado a su fin y de que ambos hubiesen ganado sus respectivos eventos, no se sentían ni de lejos relajados. No soportaban a los reporteros constantemente haciendo preguntas. Que si nacionales rusos, que si europeos, que si mundiales, incluso olimpiadas. Se sentían como si tuvieran una nube de químicos venenosos envolviéndolos e impidiéndoles respirar con normalidad.

     —Lyosha*... ¿Tienes idea de donde estamos? —dijo la mayor interrumpiendo su interminable monologo y sacando al rubio de su trance.

     —¿Qué? Yo te estaba siguiendo a ti. —respondió confundido.

     —¿En que momento decides que seguirme es una buena idea? —cuestionó ligeramente irritada la de pecas.

     —¿No eras tú la que ya había estado en Tokio? —reprochó el más joven, intentado sonar enfadado, fracasando en el intento.

     No hubo tiempo para que Kamila contestara con una repuesta ingeniosa, pues de un momento a otro estalló a llover. Y los dos rusos solo atinaron a ponerse sus capuchas e intentar volver al hotel, si bien no tenían muy claro ni donde estaban ellos ni el hotel. Lo único que los salvó fue la buena orientación de Alexei sumado a que llevaba memorizándose cada calle por la que pasaban la última hora y media.

     Milagrosamente, llegaron al hotel vivos y justo antes de que Tatiana denunciara su desaparición a las autoridades japonesas. Al verlos, su expresión pasó de la desesperación, al alivio y al enfado a una velocidad envidiable incluso para un formula uno. Obviemos decir que les cayó la bronca del siglo.

     Como medida de prevención para posibles hipotermias, se marcharon a sus habitaciones a cambiarse de ropa y acordaron verse en la habitación de Kamila al acabar. Alexei enseguida estuvo listo y se dispuso a cruzar el hotel hasta la habitación de su mejor amiga, la cual estaba sorprendentemente lejos de la suya y cerca de la de Tatiana. Lo que hacía sospechar al chico que su entrenadora tenía una visión equivocada de su relación con su compañera.

     Cuando la chica le abrió la puerta sintió el familiar olor a aquel perfume que Kamila había descubierto en una competición en Francia y que no dejó de usar desde entonces. Y no olía simplemente porque la ojiverde se la hubiera echado, sino no que toda la habitación apestaba a flores.

     —¿Has tirado el bote de colonia al suelo? —comentó el chico como saludo.

     Era una posibilidad, teniendo en cuenta que la chica era experta en romper, extraviar o tirar todo lo que caía en sus manos.

     —No, solo esparcí un poco por la habitación. No me gusta como huelen los hoteles.

     —Cada día tienes manías más raras... —murmuró Alexei mientras se dejaba caer como un peso muerto sobre la cama de su amiga.

     Pasaron un largo rato hablando de cualquier cosa, lanzándose almohadas y riéndose de todo, como si se encontraran bajo el efecto de alguna substancia poco legal. Es un misterio aún sin descifrar como esos dos podían pasar infinitas horas juntos y aún así siempre encontrar algo de lo que hablar.

     —¿Tú no tienes hambre? —preguntó el de ojos grises.

     —Ahora que lo dices sí —respondió ella mientras acababa de trenzarse el pelo —Mira si quedan chocolates en la mesilla de noche.

     —Cuando Tatiana descubra esto nos va a matar. —dijo Alexei mientras rebuscaba en la mesilla.

     —Si todas las veces que dices que Tatiana nos va a matar nos matara de verdad, habríamos muerto más veces que Krillín.

     —No hay nada en los cajones. —contestó el joven después de buscar un rato.

     —Pues me temo que tendremos que salir a buscar algo de comer.

     —Tatiana ya nos habrá puesto vigilantes para que no nos escapemos otra vez.

     —Creo que hay una máquina expendedora en la entrada. —dijo Kamila.

     —Genial. —contestó Alexei mientras se levantaba.

     Salieron de la habitación y se dirigieron a los ascensores. Estaban llegando, cuando rápidamente Kamila arrastró al chico a otro pasillo. Alexei le dirigió una mirada contrariada. Su amiga, por toda respuesta señaló al pasillo, donde se encontraban Tatiana, esperando el ascensor y Thomas Edelstein, un patinador suizo, charlaba amigablemente con Christopher Brown de los Estados Unidos. Alexei no tenía muy claro si se escondían de su entrenadora o de los otros patinadores, pues tenía la ligera sospecha de que a Kamila le gustaba alguno de sus rivales. De todas formas la siguió por escaleras abajo.

     —Bueno, ¿dónde está tu supuesta máquina? —preguntó el chico al llegar a la entrada.

     —Creo que me he confundido con el hotel de la última vez —contestó Kamila —Uups.

     Mientras Alexei se planteaba si valía la pena estrangular a su amiga, oyeron a alguien llamarlos desde el otro lado de la recepción. Se trataba de los mismos patinadores que habían visto antes.

     —¡Holi! —los saludó rápidamente Kamila; Alexei se limitó a saludarlos con la mano. Ellos les devolvieron el gesto.

     —Vamos a ir a cenar por ahí. ¿Os apetece venir? —preguntó Christopher Brown, el segundo clasificado de la categoría masculina. Tanto él como Alexei eran nuevos en la categoría senior y ambos pertenecían a federaciones muy grandes con muchas expectativas sobre ellos. Además el estadounidense le había echado un cable con su inglés en la rueda de prensa. Aún así no estaba seguro de querer arriesgarse a otra regañina de Tatiana por irse del hotel sin su permiso.

     —¡Pues claro! —se adelantó su amiga mientras él trataba de murmurar una escusa.

     Por otro lado, descubriría si sus sospechas sobre el incidente del ascensor eran ciertas.




*Lyosha/Alyosha: diminutivo de Alexei.

28.2.2020

Hielo QuebradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora