-¿Qué?
Definitivamente no creí que un desconocido fuese a invitarme a comer así, sin más.
-Que yo podría invitarte a cenar esta noche -repitió.
Levanté una ceja con incredulidad.
-De acuerdo, ¿de dónde has salido? ¿por qué vas a invitarme a cenar? ¡Ni siquiera se tu nombre! -respondí.
-Mi nombre es Aiden. Soy Aiden Bishop.
Realmente no creí que esto me estuviese pasando a mi.
-De acuerdo... Aiden..., dime, ¿te dedicas a recoger a desgraciados de la calle o... simplemente vas a hacerte el bueno conmigo y luego vas a matarme?
El rió y dejó de hacerlo cuando vio que en mi cara no había ni un ápice de diversión.
-¿Qué te resulta tan gracioso? -pregunté con los brazos ahora cruzados.
-Lo siento. Vaya, veo que eso de reir no es lo tuyo, ¿es porque tienes miedo a que te salgan arrugas? -rió.
-siento que no me ría, querido desconocido, pero es que resulta que me acaban de robar la paga navideña y ahora no tengo qué comer, realmente, reir no es lo que me apetece hacer ahora -dije, seca.
El semblante de Aiden quedó serio.
-Lo sé, pero tampoco es malo reir un poco. ¡Hay que aprender a reír bajo la lluvia, también! -exclamó.
Rodé los ojos y seguí con mi camino.
Sentí una mano tirar de mi brazo y me hizo girar.
De repente tenía a un hombre barbudo, con sombrero y varias arrugas por su cara. Me miraba fijamente y luego me dijo:
-¿Es de usted este bolso?
Vi que sostenía un bolso color marrón claro, de cuero, en su mano izquierda, mostrándomelo.
Contuve mis lágrimas y respondí un "¡sí, es mio!".
-Lo encontré en el suelo y decidí mirar en la cartera para ver de quién pertenecía, y la vi a usted -explicó.
Debió de haber visto mi carné de identidad que había en mi monedero.
-¡Muchísimas gracias, señor! -exclamé con una gran sonrisa en mi cara.
El hombre se despidió y encontré a Aiden riendo con los brazos cruzados a poca distancia de mi.
Él se acercó.
-Qué suerte he tenido -dije.
-Yo no lo llamaría suerte -respondió él.
No hice caso a mis palabras y abrí el bolso tan rápido como pude para comprobar que seguía en él todo mi dinero.
Hice una mueca.
En mi cartera faltaban dólares, pero por suerte la paga de navidad lo guardé en un bolsillo interno del bolso. Abrí el bolsillito y ahí seguía: un sobre perfectamente cerrado, y en el medio, en tinta impresa, decía "que tenga unas felices fiestas, y un prospero año nuevo".
Suspiré aliviada al saber que ese rata no se había llevado todo el dinero.
-Vaya, qué miedo he pasado -comenté.
Mi humor había vuelto.
-Me alegro de que todo esté en orden -dijo Aiden, y me percaté de él, ya que no recordaba que seguía a mi lado.
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No está todo perdido
RomanceCheryl Jane no cree en los milagros hasta que se tropieza con uno.