Prólogo

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Una típica fría mañana de invierno.
Los árboles parecían murmurar entre ellos, como si estuvieran despertándose sutilmente unos a otros.
Era imposible ver más allá de 4 metros a la redonda y los primeros pájaros ya se disponían a cantar.

-¿No crees que se haya ido sin nosotros? -preguntó una silueta masculina bajo la débil luz de la luna, aun en el cielo-.

-No lo creo -respondió una segunda voz- la señorita puede llegar a ser muy terrorífica pero es muy fiable-.

-Si tu lo dices... -Respondió el primer hombre con desconfianza-.

-Tu que sabrás, Paul -Respondió la segunda silueta esta vez-.

-Pero... Jamil... ella es... cómo decirlo: la maldad en persona.

-Jeje, tal vez sea cierto, tenemos suerte de estar de su lado entonces ¿no? -respondió pícaramente Jamil-.

-Pues la verdad es que yo no los veo como compañeros -respondió una fría voz femenina proveniente de, al parecer, una hermosa mujer con un largo cabello rubio o tal vez castaño, debido a la débil luz de la luna no se podía distinguir claramente. Tez pálida y manos pequeñas. La izquierda sostenía un pañuelo teñido de sangre mientras que la derecha quitaba el pelo que cubría su cara; parada sobre un extraño y largo paquete negro.

-¡Señorita! -Exclamó Jamil- ¿Ya acabó la tarea?

-Si -Dijo con sequedad al notar que el hombre había hecho oídos sordos a su comentario-.

-S-señorita, aquí -tartamudeó extendiendo una bolsa, en la que "La señorita" desechó el pañuelo.

-Gracias Mark-

-E-es Paul, señorita -intentó corregirle tímidamente-

-Cómo sea -replicó con terquedad- ¿El auto está listo?

-La esperabamos a usted -dijo ésta vez Jamil, que al parecer tenía mucha mas seguridad que su compañero-

-Pues bien, vamos a entregar el paquete.

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