𝟏

4 0 0
                                    

Siento una brisa que me relaja, veo las hermosas montañas verdosas, observo como las nubes fluyen en el cielo. Estoy como siempre, sola. La verdad no tengo mucho problema con ello, no es como que me vaya a morir por pasar  1 hora y 10 minutos de mi día sin nadie a mi alrededor, o al menos eso digo porque esto ya se ha convertido en una rutina diaria.

Tomo mi teléfono para ver que hora era; faltan cinco minutos para mi siguiente clase. Rápidamente me levanto de las escaleras en donde me encontraba, limpio mi falda y me dirijo camino a aula. Acelero mi paso, ya que mi profesora puede dejarme fuera y tomarme como ausencia. Al llegar a el pabellón, me relajo un poco, aún nadie a entrado, no estoy tarde. Pronto llega el único ente que se podría conciderar mi "amiga". Me comenta lo típico: que hizo, con quién estuvo y cosas que la verdad no me interesan.

Al marcar las 8:45 a.m en punto mi profesora abre la puerta. Todos tomamos asiento. Siempre me siento a una esquina de la clase, no sólo para estar en mi soledad, sino también para analizar más a detalle lo que la gente hace. Mis compañeros siempre se reúnen en sus grupos de amigos y se cuentan sus anécdotas estúpidas, cosa que no estoy en contra, pero no es algo para mí. La profesora poné órden y todos callamos. Tenemos clases normales y como es costumbre, podemos hacer trabajos en grupo. Mi "amiga" siempre desea que esté con ella, así que acepto.

Es muy extraño, en clase parece que somos muy unidas y todo eso, pero al marcar la hora del receso ella sale corriendo, por que sabe que o si no estaré todo el receso con ella, y eso es molesto según su criterio. Entonces es cuando vuelvo a mi incondicional soledad.

He pensado que yo tal vez me gané el hecho de siempre estar sola, pero diría que ese es mi defecto; desde siempre he sido así. Nunca he sido buena hablando en público, menos con nuevas personas, me cierro completamente, y esto no lo he podido resolver.

Dejando mis pensamientos a un lado, me dirijo a mi siguiente clase, choco con algunas personas, muchas veces no notan ni mi existencia.

Pasan las horas hasta llegar al almuerzo, un tiempo de 40 minutos libres. Al igual que siempre, estoy sola. Voy a las mismas escaleras de siempre, ubicadas por el pabellón de Ciencias. Es el único lugar donde me siento completamente cómoda. Aunque el lugar sea un poco concurrido, no ves mucha gente cerca. Me coloco mis audífonos, pongo algo de música para distraer mis pensamientos. Veo el cielo, veo como las nubes parecen estar pintadas en él. Reviso mi celular para ver que fecha es hoy. 12 de febrero . Caigo en cuenta que ya casi es San Valentín, nada fuera de lo normal.

Me dirijo a mi casillero para sacar mis cuadernos de la última lección. Hago lo que tengo que hacer y luego voy para el baño. De camino veo a dos chicos que ya conozco, algo guapos, no voy a mentir; estos chicos son dos años mayores que yo. Al pasar a la par de ellos siento su mirada en mí, y me produce una sensación extraña. Sigo caminando hasta el baño. Al llegar pude volver a repirar con normalidad, ¿porqué? Miles de ideas pasaron por mi mente, entre ellas una un tanto estupida... ¿Les gusto?

Esa fue la gota que derramó el vaso. Todo el día pensé en ello, me ilusioné mucho, pensando en que el 14 de febrero ambos declararían su amor por mí y yo debería elegir quién de los dos sería mi novio. Estúpido, ¿no? Pero mis pensamientos no paraban. Todos los escenarios eran hermosos; yo siendo su novia, ambos yendo al cine, cosas de ese estilo.

En verdad que eso se convirtió en una droga. Salir de mi miseria social a un mundo lleno de oportunidades era maravilloso... Hasta un cierto punto.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Mar 01, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

𝓜𝓮𝓶𝓸𝓻𝓲𝓪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora