Capítulo 1 Vilkacis

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 Capítulo 1 Vilkacis


La brisa marina traía consigo el olor salitroso y a la vez dulce de la bahía. Aquella mañana de primavera la diosa Soulé anunciaba tiempos terribles al pintar de tonos iridiscentes los cielos en el horizonte polar. El hermoso espectáculo celeste embelesaba a los que habían llegado desde las aldeas aledañas a la rupestre villa pesquera a orillas de la bahía de Riga atraídos por el despliegue de movimiento y policromía. Las luminarias de colores traían consigo leyendas de fantasmas y criaturas terribles y presagiaban pestes, hambrunas, muerte y guerra. Si la diosa del sol asomaba sus cabellos de luces sobre la región fuera de las nieves del invierno, había que andarse con cuidado porque grandes sucesos acontecerían pronto.

El astro mayor iba saliendo y las luminarias se desvanecían. Poco a poco los aldeanos se retiraban para regresar a sus casas luego de haberse reunido en la rústica plazoleta de madera y piedra en la villa pesquera de Riga desde tempranas horas de la madrugada. Los pescadores comenzarían su faena, esperando que los colores sobre el golfo presagiaran esta vez buena pesca. Las mareas altas de primavera siempre traían consigo numerosos cardúmenes de arenques que quedaban atrapados cuando los niveles bajaban. Así que, las mujeres y niños enfilaban hacia la aldea y los hombres a adentrar sus barcas en las frías aguas del golfo.

—Ten cuidado Miloslav. Las luces en el cielo son mal augurio —decía la mujer a su marido mientras este empujaba su rústico bote en las aún oscuras aguas dejando atrás un surco en la arena.

—Tranquila mujer, que nada va a pasar. Ya verás que la pesca hoy va a ser buena. Comienza la ova de peces y todo va a salir bien. Ten fe Dalibora, las luces presagian tiempos buenos en esta ocasión —el marido contestaba mientras cargaba las redes y las cubetas llenas de carnada hedionda dentro de la pequeña barca. Ambos miraron al cielo observaron a lo lejos las aves de mar chillando en el cielo—. Ves mujer, que los peces rebosan en el golfo. Mira las aves como vuelan en círculo velando los bancos.

—Bueno, si tú lo dices... yo no voy a ser ave de mal agüero. Pero por favor, ten cuidado.

—Cuidado... cuidado tienes que tener tú con tu hija. No me agrada para nada la manera tan libertina y maliciosa con la que el Jaromir mira a Mila... Ve y sepáralos antes de que le lance con el arpón para orcas al haragán ese. Creo que en la tarde tendré una conversación con Mila y con ese... fresco de Jaromir.

—No te preocupes que estaré al pendiente y trataré de mantenerla ocupada, lejos de Jaromir.

—Bien. Nos vemos en la tarde. Las amo —el esposo plantaba un beso en la frente de su mujer que se encontraba arremangando sus faldas para que no se le mojaran pues el agua le llegaba a las rodillas.

Doña Dalibora caminaba de vuelta a la playa hasta donde estaba su hija esperándola.

—¿Y Jaromir? —preguntó la madre a la jovencita.

—Se fue. Iba a ayudar a su padre a fabricar unos anzuelos y unas cañas de pescar.

—Muy bien. Mejor así. Jaromir te entretiene mucho —Doña Dalibora miró a su hija y le sonrió. Mila le devolvió la sonrisa y ambas caminaron hacia la aldea.

Más tarde, Mila tarareaba alegremente por la arboleda. Llevaba en su carretilla trozos de leña y unos frutos que había recolectado. De repente el ruido que hicieron unas ramas secas al quebrarse detrás de ella le hizo detener la marcha. Sin mirar atrás agarró el leño más grueso con ambas manos y esperó en silencio. No oyó nada, sólo la quietud del boscaje con las aves cantoras a lo lejos y la brisa silbando entre las ramas de los sauces y los abetos.

Vilkacis (versión español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora