Cuatro reinos vivían en armonía, hasta que el rey Wen Ruohan, sediento de poder y riquezas, decide ir contra los otros reinos. Los demás reyes ante la amenaza, deciden aliarse para acabar con la familia Wen antes de que este traiga calamidad y muert...
"Si en algún momento en mi reencarnación, llego a este manuscrito, espero que una pequeña parte de mi vida actual llegue a él y por lo tanto, regresar con mis seres amados."
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Lan Wangji había vivido dos siglos, de los cuales para él, fueron los años más aburridos de su vida. Al principio no llegaba a pensar mucho sobre ello, pero repentinamente pasado los cien años, su vida monótoma no pudo seguir siendo ignorada.
Sentía que los días eran los mismos, que nada era diferente, nada nuevo ocurría, las reglas de la secta comenzaban a sofocarlo a pesar de que toda su vida las transcribía como asignación personal.
Se las sabía al pie de la letra, al derecho y al revés.
Hasta que un día, decidió salir de la secta sin aviso. Solo se fue a explorar y conocer mejor las ciudades, sería algo rápido, sentía que debía buscar algo, como si algo lo llamara. Se transformó en dragón y por primera vez el viento que chocaba contra su rostro se sentía satisfactoria.
¿Así se sentía la libertad?
No era que se la pasaba encerrado en la secta, constantemente salía de Misiones y ayudaba a sus padres o a su tío a buscar más dragones así como realizar las típicas visitas mensuales a las familias dragones que vivían con los humanos.
Pero esta vez era diferente, sin misiones, sin alguna indicación o destino a la cual ir. Solo seguir el viento, las nubes y volar sobre los bosques.
Explorar lugares que jamás había visitado.
Pero todo tenía un final, jamás pensó que al ir cerca de los terrenos Wen, fue un camino que casi le cuesta la vida. Iba de forma sigilosa así como lo hizo con muchas ciudades, así que, cuando la primera flecha impacto en sus escamas logrando un efecto rebote supo que debía irse.
Pero miles de flechas salieron de forma sorpresiva contra él, tratando de esquivarlas lograron derribarlo con sogas. Cayó varias veces y en la tercera le costó mucho tiempo liberarse de las ataduras dándole tiempo a los guardias Wen de acercarse y sacarle algunas escamas.
Quemó unos cuantos, lanzó a otros contra los árboles con su cola y patas, rompió algunos huesos cuando buscaba liberarse de las sogas y quitárselos de encima. Cuando lo logró, solo se fue volando siendo consciente de sus heridas y el dolor en todo su cuerpo así como las gotas de sangre que resbalan de ellas.
Tuvo que detenerse en un bosque cerca de algún reino, estaba tan aturdido y mareado así como adolorido que no tenía tiempo para pensar. En su mente sólo estaba el dolor de las recientes heridas y las flechas incrustadas en su piel.
