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Tu partida me dolió la primera vez, aún después de ofrecerte todo de mi, te marchaste, al final lo acepté y cuando creí seguir adelante, volviste. Te acepté de nuevo, creyendo que solo era una etapa por superar y volví a ofrecerte todo de mi para que no te fueras de nuevo, aunque después de todo, lo volviste a hacer, te volviste a ir. Cuando creí haberte superado, cuando creí haberte enterrado en lo más profundo de mi ser para no sentir nada más, apareciste de nuevo, esta vez prometiendo no volverte a marchar nunca mas, y te acepté otra vez. Ese fue mi error.

Te acepté de nuevo porque no te había superado, porque te había enterrado en lo más profundo de mi, ese fue mi error. Nunca te liberé ni me liberé a mi misma.
Te volviste a marchar, pero esta vez, ya no te espero de nuevo, si me dolió, pero a diferencia de las otras veces, viví mi dolor, viví mi pena, viví lo que no viví cuando te marchaste la primera vez, te lloré todo un rio hasta quedarme seca, también te escribí una carta a mano en donde relataba en las 6 hojas, todo lo que sufrí y nos culpé por esto. Entendí que fue de los dos este daño que nos causamos. Yo, por estar contigo a pesar de haber conocido al amor de mi vida, fingiendo que tú podías ser mejor. Fue mi error al compararlos, cada uno tenía su esencia y lo lamento, lamento haberte herido tan profundamente que tuviste que ser recíproco conmigo. No esperaba menos de ti, no digo que lo mereciera, porque el dolor que causaste en mi sólo me ayudó a comprender que uno mismo le da poder a otros para destrozarlos, para hacerlos cenizas y bailar sobre sus sueños.

Siempre tan especial y queriendo resaltar sobre los demás. Eso me atraía de ti, que podías estar tan roto y nunca lo ibas a demostrar, no delante de mi. A pesar de que tuviéramos una relación, nunca fuiste sincero conmigo porque creías que te iba juzgar por como eres, nunca pudiste estar más equivocado. Yo siempre di todo de mi para que te quedaras a mi lado, porque me encantaban tus abrazos y la manera de hacerme sentir especial aún sabiendo que no lo era.

Te escribí una pequeña parte de mi carta aquí, donde probablemente nunca la leas. No puedo explicar con palabras lo que sentí en ese momento, lo que si puedo hacer es disculparme, discúlpame por haberte destrozado de esa manera, discúlpame por haberte engañado en ese entonces. No ruego que regreses, porque aunque esto parece que te espero con ansias para volver a tu lado, no es así. Yo ya tengo a alguien quien me ama en su forma más sincera que he presenciado, no te he remplazado, porque nadie es igual. Sin embargo, encontré todo el apoyo que esperaba.

Me tengo a mi misma. Me amo con tanta intensidad que me acepté tal y como soy. Soy feliz conmigo misma y todo es gracias a ti. Porque de no haber sido por tu daño moral, social y emocional, nunca habría descubierto esta parte de mi misma que disfruto. Me has liberado de mi misma y te estaré eternamente agradecida.

Siempre nos cuidamos de los monstruos que no vemos, porque nos acechan en las sombras, sin embargo, nunca prestamos atención a aquellos monstruos que viven entre nosotros, disfrazándose de personas cálidas, amigables, sinceras y "puras". Aquellas que confundimos fácilmente con una verdadera amistad. Son excelentes fingiendo empatía cuando no lo sienten en lo más mínimo. Esos, son los verdaderos monstruos, los demás solo son patéticos imitadores.

Ya no te enterré, te liberé.
Te solté para que fueras libre de mi, para que ese espacio en el que vivías, fuera ocupado en un futuro por alguien más.
Ahora, puedes volver las veces que tú quieras, pero ya no lo harás como las otras veces, porque ya no hay nada de ti en mi.

— Escrito de la autora.

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