aquellos polvos mágicos no podian haber obrado el milagro.
Justin Bieber tenía un dolor de cabeza considerable. Un dolor que se fue intensificando conforme conducía hacia su casa.
Sabía que había entristecido a su hija por haberse marchado tan pronto de la fiesta, pero quería volver a casa.
En realidad, la fiesta era cosa de Sara.
Siempre había celebrado fiestas de Navidad e intentaba que fueran lo mejor posible, para sus empleados. Pero él no había nacido rico, ni había heredado de nadie la revista. La había creado. Sabía lo que era trabajar duro, y sabía lo que era soñar.
Hubo una época en que lo tuvo todo en la palma de su mano. Tenía a Sara. Y a ella le encantaban las navidades, el invierno, la nieve y el aire frío. Le encantaban las luces brillantes, los adornos, los Papá Noel que había en tiendas y esquinas, y hasta los programas especiales de la televisión. Sentarse con ella junto al fuego era todo lo que quería en el mundo. Realmente lo había tenido todo.
Pero lo perdió aquella noche de diciembre, cuando un conductor borracho se estrelló contra el deportivo plateado de Sara matándola de inmediato. El único milagro que se produjo entonces fue que había dejado a Angela en la fiesta de Navidad, de modo que no perdió también a su hija.
A partir de entonces otras personas se ocuparon de su hija. Se dio cuenta de que con la muerte de su madre Angela no había perdido sólo a Sara, sino también a él. Tardó meses en poder ocuparse de ella. Y ahora estaba intentando ser un buen padre y hacer todo lo que pudiera.
— ¿Puede, papá?
— ¿Qué? Lo siento, cariño, no te estaba es cuchando — se disculpó.
El tráfico era bastante malo aquella noche. La nieve no había dejado de caer en ningún momento.
— Danny, Daniel Gomez. ¿Puede venir a esquiar con nosotros?
— ¿Cómo?
— He dicho que si…
— No, no, lo siento, querida, pero…
— Era tan simpático, papá. Me ha hecho reír. Y me comprendió cuando le dije que…
Angela dejó de hablar.
— ¿Qué comprendió? — preguntó su padre con curiosidad.
Detuvo el vehículo al llegar a un semáforo. En la esquina, un Papá Noel hacía sonar una campanilla.
Se preguntó por qué experimentaría siempre aquella sensación de pérdida en Navidad. En teoría era una época para la fe y la paz.
— Nada — murmuró su hija —. Es… Es simpático. ¿Podemos invitarlo? Por favor…
— Cariño, su madre es una de mis empleadas. No sé si debemos molestarla con algo así.
Pero su madre no sólo era una empleada. Era Selena Gomez, y teniendo en cuenta que llevaba observándola mucho tiempo, estaba casi seguro de que se negaría.
Angela no parecía verlo de aquel modo.
— Su madre también era muy simpática, y no creo que le moleste.
Justin se sintió culpable. No había pensado en lo sola que debía sentirse su hija, entre otras cosas porque no tenía muchos amigos. Y ahora había encontrado a uno, a Danny.
Tenía que admitir que aquel chico parecía especial. Había algo interesante en su sonrisa, una sonrisa abierta y generosa. Sabía algo de su vida porque se las había arreglado para averiguar varias cosas sobre Selena Gomez. Lo hizo el día que se presentó en su despacho y salió con la cabeza bien erguida.
Nunca olvidaría aquel día. Y no había sido capaz de olvidar a Selena Gomez.
Era una mujer pequeña, de voz dulce, pero con temperamento acerado. Cuando pensaba en ello, se daba cuenta de que era una mujer muy bella, con aquel pelo oscuro y aquellos ojos de densas pestañas que se encendían cuando estaba indignada o enfadada. Sonrió. No era una mujer impresionante, pero a su manera era sofisticada, de una elegancia tranquila.
hola hoy subire una pequeña maraton. por no subir ultimamente.
axl victoria :3