—¿Qué significa esto?
— ¡Oikawa! Yo... No es lo que parece.
No podía creer lo que estaba viendo. Él, su mejor amigo, su confidente y además su pareja, estaba desnudo sobre alguien más en la cama donde dormían juntos hace un año.
— Márchense.
Él lo miró confundido y un poco agitado, una mujer rubia salió bajo su cuerpo y se vistió rápidamente.
— Pero... amor. — Exclamó en tono suplicante.
La mirada de Oikawa lanzaba chispas, no podía creer lo que estaba observando, su corazón se partía en mil pedazos lentamente.
— Váyanse, los dos. — Dictó en tono firme lo cuál hizo temblar al otro y acto seguido se vistió rápidamente.
Oikawa los miraba vestirse agitados y ruborizados, la mujer salió de la habitación primero ocultando su rostro tras su larga cabellera rubia, antes de salir el chico se plantó a su lado y lo miró suplicante.
— Oikawa yo...
— Márchate, Hanamaki.
Él solo asintió cabizbajo y junto a la mujer salió del edificio rápidamente.
No podía creerse lo que había pasado, se convencía de que solo había sido un mal sueño pero, la escena dictaba lo contrario, las sábanas ligeramente húmedas, una caja de condones vacía en la mesa de noche donde Oikawa siempre colocaba sus lentes, le indicaban que todo lo que acababa de ver, era real.
Suspiró y sin siquiera darse cuenta las lágrimas comenzaron a salir violentamente, no intentó secarlas o detenerlas, cerró la puerta de la habitación, bajó las escaleras hasta salir y aún llorando llegó al primer bar cercano que encontró abierto.
Eran las once de la noche de un viernes, día que Oikawa avisó que llegaría tarde de clases y obviamente Hanamaki se había aprovechado de eso.
Al entrar tomó asiento en la barra aún con lágrimas corriendo salvajes por sus mejillas y pidió un vaso de ron, al tenerlo frente le dió un largo trago que ocasionó que su garganta ardiera y tosiera descontroladamente, siguió bebiendo y bebiendo.
Llevaba siete vasos, estaba bastante mareado y conversaba con un hombre de mediana edad sobre ovnis.
Por momentos mientras charlaban Oikawa rompía en llanto de la nada y se acurrucaba bajo el brazo del hombre que lo miraba con el ceño fruncido pero aún así palmeaba su espalda mientras susurraba suavemente; Ya, ya pasará, el dolor se irá.
Pero no se iba, ocho vasos de ron y el dolor seguía ahí.
Su pecho ardía y sus ojos también, no podía parar de llorar.
Nueve vasos, estaba hablando animadamente sobre flores con un grupo de hombres que estaban en el mismo estado que él o peor.
Diez vasos, su llanto se hizo indetenible, se acurrucaba sobre la primera persona que veía y lloraba a moco suelto.
Once vasos, un grupo de chicos entró al bar y uno de ellos lo miró limpiarse las lágrimas con su suéter.
Doce vasos, ¿Quién era ese chico? Se había sentado a su lado junto a sus amigos y por momentos lo miraba de reojo.
— Oye... Pepe.
— Te dije... que me llamo... Kai. — Respondió el hombre de unos 40 años que se acercó a él para que le dijera al oído qué pasaba.
Parecían dos niños de ocho años murmurando sobre la persona que les gusta.
— ¿Quién... es... ese chico? — Susurró Oikawa en su oído, aunque eso creyó porque lo cierto es que el chico había escuchado todo y ahora lo miraba con el ceño fruncido.
— No lo... sé... ¿Te... gusta?
— Es... lindo. — Exclamó para luego empezar a reír a carcajadas, todos también rieron a carcajadas con él como si fuera el mejor chiste que habían escuchado en sus vidas.
Trece vasos, el chico seguía a su lado y Oikawa empezó a llorar de nuevo, esta vez mientras cantaba Someone Like You de Adele que sonaba a todo volumen en el bar, el chico lo miraba con gesto indignado aunque estaba reprimiendo una risa.
— ¡Never mind I'll find... Someone... Like Youu! — Cantaba a todo pulmón mientras los demás le hacían coro y cantaban también.
Catorce vasos, sentía que iba a desmayarse o deshidratarse en cualquier momento, no podía parar de llorar mientras balbuceaba cosas que ni él mismo entendía.
— ¡Los... ovnis! Se lo... comieron... ¡Yo no pude... hacer nada! — Lloraba terriblemente, eran cerca de las tres de la mañana y sus nuevos amigos ya estaban dormidos sobre la barra.
A falta de brazos sobre los cuales acurrucarse tomó al chico sentado a su lado del brazo, lo atrajo a él y lo abrazó escondiendo su rostro en su pecho mientras las lágrimas caían salvajes de nuevo.
El chico se tensó pero aún así le devolvió el abrazo torpemente.
— Llévame... a casa... Hanamaki.
— No soy Hanamaki.
— ¡Quien quiera que... seas! Llévame... a casa.
— No sé dónde vives. — Exclamó con un tono de voz calmado pero un poco irritado.
Esto enfadó a Oikawa, que bufó, dejó unos billetes sobre la barra y salió del bar tambaleándose.
— ¡Hey! — Una mano tomó su brazo firmemente obligándolo a darse vuelta.
Unos ojos miel le devolvían la mirada con el ceño fruncido.
— ¿Qué? — Exclamó Oikawa con un ligero tono irritado, aunque su voz no podía ocultar su grave caso de ebriedad.
— No puedes irte así.
Oikawa bufó y se cruzó de brazos aún tambaleante.
— ¿Por qué... no?
El chico bufó también y colocó sus manos en las caderas, cuál madre molesta.
— ¡Mírate! Estás demasiado ebrio.
— ¿Y que? No... me conoces.
Oikawa notó cómo las mejillas del chico se enrojecían levemente y su ceño se fruncía aún más.
Sin esperar respuesta se dió vuelta y a ojos cerrados emprendió su camino con los brazos sobre la cabeza mientras cantaba Rolling In The Deep de Adele, mientras caminaba su cuerpo chocó abruptamente contra un árbol lo que ocasionó que cayera hacía atrás.
Antes de tocar el suelo unos brazos ya lo sostenían firmemente mientras el dueño de éstos murmuraba algo irritado, Oikawa levantó la cabeza y lo miró, con la luz del cielo nocturno a su espalda.
— ¿Quién... eres?
El chico lo miró inexpresivo por un momento antes de suspirar y hablar.
— Iwaizumi Hajime.

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We fell in love in Tokyo (Haikyuu!!)
FanficOikawa siente que todas las puertas de su vida se han cerrado, está perdido y vacío, pero por cada puerta que se cierra se abre una ventana, al menos en su caso la ventana que se abre todas las noches es la de su nuevo vecino bastante obstinado el c...