Capítulo II

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Su cuerpo continuaba tumbado en el suelo. Se mantenía atento a todo su alrededor, temiendo que el criminal regresara y terminara lo que había dejado inconcluso.

Así que echando una mirada por su hombro, se levantó con ayuda de su espada, recargando su peso en ella. La ropa que portaba se había manchado de barro y su oreja continuaba goteando de sangre.

Sabía que no podía regresar y decir que su vida había sido perdonada por un criminal, así que la única opción que le quedaba era seguir el consejo de su contrincante; mentir.

Dejó en libertar un agobiado suspiro que hizo volar su húmedo flequillo antes de dar media vuelta y encontrarse con el cuerpo sin vida del guardia. La sangre se había extendido por debajo de su cabeza, formando un charco.

Entonces, le vino una idea a la mente.

Miró su Jingum, la cual, al igual que sus ropas, estaba atiborrada de lodo. Cuando hay lucha, el lodo no es lo único que debe manchar la espada.

Dio varios pasos hasta quedar frente al cuerpo del guardia y se puso en cuclillas. Apretando con fuerza la mandíbula, dejó caer su espada en el charco de sangre, pintando la hoja de carmesí al instante.

Un nudo se formó en su garganta cuando sus dedos tocaron el cálido líquido. Vio el escurrir de la sangre en su mano y cerrando los ojos con fuerza, reprimiendo un quejido de horror, llenó su cuello y parte de sus ropas con ella.

Necesitaba hacer que su relato fuese lo más verosímil posible.

—Que los dioses me perdonen. — Susurró mientras continuaba con su tarea —Juro que su acto de valor al dar su vida para protegerme, jamás será olvidado.

Tomó la empuñadura de sus espada y la apretó entre su mano ensangrentada. Irguió su cuerpo y echando los hombros hacia atrás al mismo tiempo que alzaba la cabeza, intentando mostrar una figura imponente, comenzó a avanzar hacia el pueblo.

Un par de ojos curiosos lo miraban por entre los árboles. Los labios de tal figura se encontraban curvados en una sonrisa.

Descendió su mirada hasta su mano, vislumbrando el pendiente que le había arrancado minutos antes al joven guerrero. Brillaba al ser acariciado por la luz y juzgando su atractiva apariencia, debía valer mucho.

Los planetas se habían alineado para su buena fortuna.

Lo guardó de nuevo en el bolsillo de su Baji, pensando que tal vez eso le daría de comer durante un tiempo.

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Un enfático cuerpo surgió por entre los árboles, obteniendo la atención de todos los que se encontraban recorriendo las cercanías. Los farfulles no tardaron en florecer al igual que las miradas. Algunos extendían sin mesura su dedo índice hacia él, pero como buen guerrero, no atendía a ninguna ni detenía su marcha.

—Es el hijo del general Choi. — Logró escuchar mientras caminaba. —Luchó con valentía y ahora luce en su cuerpo la sangre de aquel que osó enfrentarlo.

—Su padre estará orgulloso.

—Protege con valor a su pueblo.

—Bendito sea, Joven guerrero.

—Lo entrenaron excelentemente.

—Es un honor ser protegido por guerreros como los grandes Choi.

Minho sintió temblar su mano y todo su fuero interno al escuchar los elogios de los pueblerinos, pero no debía mostrar difidencia.

Continuó su camino con las insistentes miradas puestas en su cuerpo. Sus extremidades temblaban al ser testigo de los orgullosos niños que lo veían entre las personas, sabiendo que ese orgullo no era más que por el engaño que les estaba jugando.

Honorable | 2MinWhere stories live. Discover now