No me ha dirigido la palabra en las tres horas que llevamos de viaje. Diría que lo entiendo, pero no es así, él perdió a su esposa, yo a mi madre, y no por eso me he escudado en mi silencio. Desde que pasó funciona como un robot, se levanta muy temprano, prepara el desayuno en silencio y pone la mesa para cuando me levante. A veces bebe su té sin levantar la mirada, me pregunto si me responsabiliza por su muerte. Por las noches lo escucho llorar, aunque es un llanto que ha mutado, los primeros días era desgarrador, se sentía su dolor escapando por los ojos. Hoy su llanto es distinto, son lágrimas vacías, como quien llora porque sabe que debe llorar, su único recordatorio de que estamos vivos.
Me dijo que nos mudaríamos por trabajo, que se le presentó una oportunidad que no puede desperdiciar. Sé que miente. Estamos escapando, escapando de una casa llena de espacio, de silencio y de recuerdos.
Ya no lloro, los primeros días lo hacía como una forma de seguir respirando, hoy, 5 meses después, aprendí a vivir con ello. Tampoco me duele dejar parte de mi vida atrás, mi casa, mis amigos, a Josefa, mi novia. Quiero que él se recupere, o al menos, que aprenda a disimular mejor su dolor.
La carretera se acaba y el camino es de tierra, la camioneta salta al pasar por encima del terreno inestable. Mi papá me mira y sonríe, sé que está haciendo un esfuerzo. Hace frío, Néstor me contó que en este pueblo siempre llueve, por eso se dan bien las plantaciones que viene a dirigir. Viviremos en la parcela que administrará, tendremos una casa sólo para nosotros, al menos. Miro mi celular esperando algún mensaje. Nada. No hay señal. ¿Cómo es que nadie se ha propuesto urbanizar el pueblo de Santa Inés? Ni pensar en si hay alguna discoteca o lugar de entretención. No me imagino mejor manera para sobrellevar el frío que bailando.
- Llegamos - me dice Néstor mientras se estaciona frente a un portón inmenso.
- Es más grande de lo que esperaba - le digo honestamente sorprendido.
- Acá trabaja mucha gente, la mayoría vive acá, además de la familia de Rolando, el dueño.
- Tendremos que armar un sindicato - le digo bromeando.
- Llamaré a la puerta - me contesta fingiendo una sonrisa.
El terreno es gigante, se ven varias casas pequeñas y una muy grande, está claro cuál es la del dueño y cuáles son la de los trabajadores. Hasta llegar acá no había pensado en lo incómodo que será convivir con gente desconocida, probablemente no sepan ni lo que es un celular. Me río de mi propio prejuicio. Tengo que buscar un colegio para terminar mi último año, pero viendo este pueblo, quizás no sean muchas las opciones que tenga, probablemente acá aún usen pizarras con tiza.
- Bienvenidos - saluda cordialmente Rolando.
- Hola, Señor - le contesto por inercia.
- No me des más años de los que necesito, por favor, sólo Rolando - dice bromeando.
- Les mostraré su casa, espero que les guste.
Caminamos junto a mi padre y Rolando, ellos conversan pero no les presto mucha atención. Llegamos hasta la casa, tiene dos piezas, un baño y una pequeña cocina, no se compara a la casa que teníamos en la ciudad. Supongo que no necesitamos más para dos hombres solos. En espacios pequeños los recuerdos pueden ocultarse más fácil.
Llevo mi bolso hasta la que será mi pieza y me recuesto un rato, me siento culpable de no extrañar a Josefa. Nos conocimos desde que tengo memoria, siempre fuimos mejores amigos hasta que las cosas fueron cambiando, aún siento sus lágrimas en mis mejillas de cuando le conté que me mudaría.
Un fuerte golpe interrumpe mis pensamientos, miro a la ventana y hay un pájaro negro picoteando el vidrio. Es horrible. Me quito un zapato y lo lanzo, el ave huye. Confundido me paro y me acerco a observar. Ya no está. Me quedo pegado observando los altos árboles. El pájaro negro vuela de repente contra el vidrio y salto asustado, mi corazón se acelera y caigo de espaldas a mi cama. Escucho una carcajada desde la puerta, miro y veo a una joven chica, usa un vestido blanco.
- ¿Disculpa? - le digo en tono molesto.
Se va corriendo, entre risas.
YOU ARE READING
El último amor de Carla Blanco
Novela JuvenilDamián se muda de la ciudad luego de la muerte de su madre. Sin esperarlo, llega a Santa Inés, un pueblo inundado de misterios, intrigas, secretos y amor.