Capítulo 3

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Demasiadas preguntas azotaban mi mente, hasta que chocaron con una dura realidad, una única respuesta: Nada.

Aquel callejón estaba completamente vacío. Únicamente un elemento yacía junto a mí, niebla. Tardó unos segundos en desaparecer.

-¡Mariana! ¡¿Pero te has vuelto loca?!-gritó mi abuela mientras me arropaba con su chaqueta-.

Permanecí callada. Atónita.

Con la foto sobre la mano, volví hacia la tienda. Bárbara me abrazaba y me hacía caminar más rápido. Segundos después, ya estábamos dentro.

-¿A caso no has visto cómo llueve?
Señalé la foto a modo de respuesta.
-Tengo su número. ¿No te acuerdas de que nos contactó por teléfono?-dijo tajante-.
-Tienes razón.-respondí con los ojos en blanco-.
-Por favor, piensa las cosas antes de hacerlas... Yo me quedaré por aquí. Si quieres puedes quedarte en la parte de atrás, hay mantas. Podrás secarte.

La parte de atrás es como a mi abuela le gusta llamar a la habitación que hay junto al almacén.

-De acuerdo.-dije aliviada al saber que Bárbara no estaba enfadada-.

Normalmente, mi abuela se enfada mucho cuando me pongo a mí misma en peligro. Entiendo que es para protegerme, soy lo único que le queda.

Antes de entrar en la habitación de atrás, entré en el almacén para coger el extraño cómic. Destapé los libros que lo ocultaban, pero no estaba.
Mi corazón dió un vuelco al instante.

¿Cómo es posible qué...

Un ruido interrumpió mis pensamientos, procedía del almacén.
Giré mi cabeza al instante, pero todo era oscuridad. Seleccioné los interruptores que encendían las luces lejanas, pero no había nada fuera de lo normal.
Volví a fijar la mirada en la mesa, en la que minutos antes, había estado el cómic. Un charco de sangre invadía la superficie. Un olor putrefacto invadió mi mente e intenté huir.
Tiré del pomo; cerrado.

-¿Abuela?, ¡¿Abuela?!-grité con desesperación-.
Nada. Ni tan sólo un ruido.
-¡Abuela!-gritaba mientras golpeaba la puerta-.
Sólo me quedaba una opción, la puerta trasera.
La sangre creaba un rastro que desembocaba en la salida. Cogí una tubería de metal que encontré en la estantería más cercana, y la sujeté con ambas manos. Alerta.
Seguí la sangre hasta el último pasillo, dónde el rastro acababa. La salida se encontraba a tan sólo unos pasos de allí, dónde la luz no llegaba a alumbrar. Sujeté mi arma improvisada con ambas manos, mirando a todos lados. Cómo si algo acechara desde las sombras. Comencé a caminar, poco a poco, hasta encontrarme a escasos centímetros de la puerta. De repente, cómo por arte de magia, una esfera blanca comenzó a brillar. Me alejé instintivamente de la puerta trasera, hasta que la esfera avanzó, y dejó ver su verdadera y siniestra forma. Un ser oscuro, acompañado de un cuervo, arropado por una capa negra, y una máscara blanca dejaba verse. Un aura tenebrosa emanaba de él.
De su boca se derramaba sangre, y de su cuello pendía un collar. La esfera blanca. Se mantenía brillante, deslumbrante.

El miedo se apoderó de mí, y me obligó a permanecer inmóvil. A medida que aquel espectro avanzaba, algo me decía que debía huir.

Mariana corre, ¡Corre!

Cómo si un pulsador hubiera sido presionado, mis piernas comenzaron a moverse y no pararon hasta perderse en un laberinto de estantes. Corrí lo más rápido que pude, hasta que me escondí en la esquina de una parte del almacén. Me creía a salvo, hasta que aquella sombra me demostró lo contrario.
Recorrió todo el almacén hasta encontrarme, paró frente a mi escondite, y, a escasos metros de mí, se detuvo. Instantes después, un tentáculo salió de su boca. Aquella oscura extremidad comenzó a señalarme hasta que una fuerza sobrenatural me elevó del suelo. La esfera blanca comenzó a brillar más que nunca, deslumbraba hasta llegar al límite. Su hipnotizante resplandor se traspasó a mis ojos y un abrasador pitido invadió mi cabeza por completo. Por unos segundos, creí morir.

No veía nada.
No oía nada.
No sentía nada.

-¿Mariana?, ¿Mariana me olles?

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⏰ Última actualización: Mar 06, 2020 ⏰

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