Capítulo 2

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La ciudad en donde nací era algo pequeña y poco conocida, tanto que si querías comprar lo reciente y actualizado debías desplazarte para conseguirlo. Mis padres trabajaban duro para poder ofrecerme toda la comodidad posible.
Recuerdo a papá decir siempre que me arropaba que irnos sería lo mejor para mí, me alegraba la idea, no tanto por irnos sino por saber que ellos me amaban y que siempre estarían ahí por y para mí, ¿qué podría salir mal si de igual forma yo les amaba también? ¡Nada! nada saldría mal pero por desgracia son pensamientos que a una cierta edad te las acabas creyendo y con una sonrisa de oreja a oreja sigues viviendo en tu mundo pero por situaciones de la vida existe otra edad que te hace ver y vivir la cruda realidad, esa realidad en donde puede que ellos no siempre estén como tú te lo esperabas.

Recuerdo que salíamos de celebrar el año nuevo en casa de la tía Avomo, hermana mayor de mi madre, iba de la mano de ellos tarareando cuando le escuché a mi padre decir algo como 'tenemos los medios suficientes mujer, ya va siendo hora de mudarnos' no les presté demasiada atención.
Semanas después nos fuimos a un país donde todo era diferente y nuevo para mis padres y para mí, la casa en donde nos quedamos a vivir era enorme y recuerdo que me gustaba mucho, sobre todo mi habitación pintada de rosa.

Comencé a ir a la escuela e hice muchos amigos, bueno eso tras superar la etapa de la "niña nueva" .
En casa al principio todo era como antes, mamá siempre sonriendo y con su dulce voz expresando lo mucho que amaba a papá y él correspondiéndola de igual forma, amaba cada que antes de acostarme mamá me destrenzaba para después peinar con cuidado y amarrar en una cola baja que tanto me caracterizaba.

Pero como mencioné antes no acaba siendo como a uno le gustaría. Se divorciaron, poco después mi madre aceptó una oferta de trabajo en otro país dejando a papá y llevándome con ella. Juro que mi mundo se vino abajo.
Me la pasaba haciéndole la vida imposible a mi madre, asegurando que era ella la responsable de destruir nuestra familia y en ocasiones me echaba la culpa a mi también por no ser buena hija, sólo no entendía ¿por qué? Si tanto se querían, yo lo veía, lo sentía y habría jurado que jamás se alejarían el uno del otro.

Finalmente nos mudamos, al principio fue muy difícil para mí, entre que echaba mucho de menos a mi padre y el tener que comenzar de nuevo en un lugar completamente diferente ya sea en costumbres como en idioma, me la pasaba de depresión en depresión hasta que acabé adaptándome pero no desistí a la idea de reencontrarme con mi padre por lo que recuerdo estar escapando de la escuela para ir en su busca pero ¿qué risa cierto? ¿y los miles de kilómetros que se interponían en ese intento mío de reencuentro? nunca llegué lejos y finalmente no volví a intentarlo.

Me encontraba tumbada sobre el sofá somnolienta, últimamente no dormía lo suficiente seguro por el turno de noche que me asignaron en el trabajo. Era camarera de un fast food que se encontraba a unas cuadras de donde tenía el apartamento, sospechaba que el jefe me tenía manía por sus frecuentes Maia has eso, ¡ eso no! Aquello, ¡ por favor! Le seguía escuchando incluso después de dormida y el que dentro de nada iría a trabajar sólo aumentaba las ganas de querer ya ser millonaria para dejar de lado esa preocupación de poder llegar a fin de mes.

Miré el reloj, suspirando me encaminé arrastrando los pies hacia el baño, lavé la cara y sequé la misma con una de las toallas que tenía colgada tras la puerta. Me moví de nuevo yendo al cuarto, necesitaba cambiar de ropa. Abrí mi closet y decidí por algo cómodo, shorts de un color azul cielo y un top tira del mismo color, puse unas zapatillas que iban a juego con la riñonera, me miré al espejo y éste a su vez me devolvió el reflejo de una chica de piel algo bronceada, mirada cansada y ojeras notables, suspiré resignada.
Hice dos trenzas hacia atrás, cogí las llaves, el abrigo y salí de casa, no tardé mucho en llegar al trabajo, puse el uniforme y en nada a lo de siempre, de aquí para allá llevando algún que otro pedido con esa sonrisa que recién empiezas es sincera y contagiosa pero tras van pasando las horas te puede el cansancio y no siendo suficiente ves entrar y salir gente de diferente tamaño y demás, sin olvidar ¡claro! los modales, simplemente desaparece dando paso a una forzada.

Si tan sólo fuese fácilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora