Mi nombre es Alexis, tengo 25 años y mi prometida, Natalia, acaba de fallecer. Justo ahora voy en el auto junto a su hermano Rodrigo camino a la funeraria, donde ella se encuentra lista para ser velada. No sé qué hacer, esto me tiene destrozado hasta los huesos, no estaba preparado para esto, nunca lo hubiera estado. Rodrigo, sentado al volante, se nota bastante tranquilo aun cuando es su hermana la que está dentro de un ataúd, ¿realmente se puede estar listo para este tipo de cosas?
Estaba en el trabajo el día que supe de la tragedia. Su madre llamó a mi teléfono dándome la noticia y pidiéndome salir; varios minutos después pude irme. Una vez en mi auto me quebré en más de mil partes, sujeté el volante con fuerza y, sin hacer ruido, dejé caer mis lágrimas hasta que los cristales se empañaran. Llegué directamente a la casa de sus padres, donde su familia se encontraba destrozada pero obligada a relatar los hechos; un infarto, solo eso fue. Sentado en una esquina del sillón no podía creerlo, ¿Por qué ella? ¿Por qué ahora? Ella era todo lo que necesitaba, todo lo que quería, era tan importante para mí. Comencé a sentir como mi visión se volvía borrosa cuando mis ojos se llenaban de nueva cuenta con lágrimas. Me levanté enojado del sillón y salí de la casa azotando la puerta; no estaba enojado con ellos, pero no había con quien desahogarme. Entré a mi coche y subí todas las ventanas; esta vez decidí dejar de lado los lamentos en silencio y grité deseando que esto me matara, sentía el dolor crecer en mi pecho y la impotencia transpirando con fuerza desde mi interior. Más tarde encendí el auto y me fui, estaba demasiado cansado para hablar de aquello; una vez llegué a mi apartamento caí dormido.
Hemos llegado a la funeraria. Rodrigo baja del auto y yo lo pienso dos veces antes de seguirlo. No he vuelto a llorar desde aquella vez, quizá así pueda llevarlo de una mejor manera; aunque el dolor que quema en mi pecho solo desaparece cuando duermo. Bajo del auto y observo mi entorno un momento, el sol se encuentra radiante en su punto más alto, es un día bastante brillante para la situación, y yo no siento ni una pizca de ese brillo; es como si al mundo no le importara lo que estoy sintiendo, como si yo fuera un tonto por comportarme así por la muerte de alguien; eso solo me hace enojar. Dejo de lado mis pensamientos y entro al lugar deseando por enésima vez despertar y que todo haya sido un mal sueño. El lugar estaba abarrotado, siempre había sido una persona rodeada de mucha gente , yo sé que así es como le hubiera gustado. Caminé dentro del recinto por un rato, cambiando de lugar al poco tiempo de asentarme en uno, evadiendo a la mayor cantidad de gente que pudiera, no me hallaba en el mejor ánimo posible.
Laura fue la mejor amiga en vida de Natalia, por ello se encontraba sentada frente al ataúd con la cabeza abajo. La escuchaba sollozar como una niña que ha perdido a su madre, así estuvo hasta que, con su mirada, me encontró recargado en la pared; sin dudarlo un momento, se levantó y caminó hacia mí, yo deseaba mantener el menor contacto, pero sabía que esta plática era necesaria, debíamos apoyarnos de la mejor manera en la que nos fuera posible.
-Lo siento mucho. - se notaba cuanto dolor le causaba a Laura todo esto. –Esto no es justo. No merecía esto. No merecías esto.
Una punzada en mi pecho latía con fuerza, sentía que en cualquier momento sufriría un ataque ahí mismo.-Tú tampoco merecías esto, nadie lo merecía. - fue todo lo que pude decir, haciendo fuerza en mi garganta no dejando escapar el llanto.
-Te amaba mucho, Alexis.
-Lo sé, y yo a ella más de lo que podría imaginar.
-Estarás bien, estaremos bien. Es lo que ella hubiera deseado para nosotros. - esta vez Laura no pudo contenerlo y la voz cortada se hizo notar en aquella frase.
"No te derrumbes, no te derrumbes, no te derrumbes". No dije nada, solamente pensé. Entonces decidí abrazarla con fuerza, no dejarla caer y hacer que llorara en mi hombro; yo solo guardaba silencio y pensaba. "No te derrumbes, no te derrumbes, no te derrumbes". Pasamos varios minutos sentados, Laura sollozaba de nuevo y yo escuchaba lo más comprensivo posible.
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Para Natalia mi duelo
RandomPequeño cuento que nos cuenta la pérdida de un joven hombre.