Capítulo 1

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—¿Por qué llegas tan tarde? —preguntó Donghyuck cuando vio al chico de cabello oscuro entrar a la casa con una sonrisa estúpida.

—Te dije que saldría... —respondió mientras se sostenía de la pared, estaba borracho y se notaba a kilómetros.

—Me dijiste que no tardarías y además, apagaste tu celular —se acercó a su novio, quién sólo chasqueó la lengua, restándole importancia. Jeno tambaleó y Donghyuck logró atajarlo, pero al hacerlo descubrió la gran marca roja en el cuello de su novio. No era la primera vez que lo veía con cosas en su cuello o caderas, según el mayor eran golpes, pues solía discutir con algunos cuando se pasaba con el alcohol. Donghyuck le creía cada vez menos y le dolía cada vez más.

—¿Con quién estuviste? —espero una respuesta sincera mientras se relajaba para no explotar en contra del mayor, pero en cambio, recibió otra de esas excusas que ya se sabía de memoria.

—Con nadie, Donghyuckie, me encontré con...

—Déjame adivinar —lo interrumpió—. ¿Changbin? ¿Jungkook? ¿Jinyoung? ¿Cuál fue la razón de la supuesta "pelea"? —respondió molesto, aunque se arrepintió enseguida cuando sintió el fuerte agarre en su muñeca.

—¿Dudas de mí, idiota? —preguntó con voz grave haciendo al menor tragar con fuerza, Jeno era dos años mayor, mucho más fuerte y alto, por eso Donghyuck se sentía muy intimidado en esas ocasiones y aunque pudiera golpearlo, Jeno se la devolvería peor... Ya había pasado eso.

Y sin embargo, Donghyuck no podía alejarse de él.

—No te quiero aquí esta noche —habló Jeno soltando con brusquedad a su novio.

—N-No Jen, l-lo siento... —trató de disculparse sin dejar que las lágrimas salieran de sus ojos.

—Cállate. Vete de aquí —dijo esquivándolo e ignorando por completo las súplicas de su pareja—. Vuelve mañana —dijo y Donghyuck mordió su labio con fuerza y tomó sus llaves para salir rápidamente de ese departamento, ese al que se habían mudado hacia cinco meses, fue un regalo de Donghyuck el mudarse juntos, en ese entonces Jeno era el chico más lindo y tierno del mundo.

Mientras bajaba por el ascensor, negándose a soltar sus lágrimas, se preguntaba qué era lo que hacía mal, por qué Jeno parecía ser alguien completamente diferente, qué debía hacer para convertirse en el buen novio que el mayor desea. Pero las respuestas no llegaban a su cabeza.

Salió del edificio asegurándose de cerrar bien la puerta, no le gustaría que ocurriera una desgracia a sus vecinos o a su novio por no haber dado las dos vueltas correspondientes de la llave en la cerradura.

Miró la calle vacía, una suave brisa lo hizo temblar y se maldijo por no salir con un abrigo en sus manos. Tanteó sus bolsillos y suspiró aliviado al encontrarse con su móvil y billetera. Tomó aire, sintiendo como este enfriaba su garganta y, sin atreverse a mirar atrás, comenzó a correr.

Corría por varias razones; para calentar un poco su cuerpo, para que las lágrimas se sequen con el viento, para liberar un poco la rabia y la tristeza que sentía y, la más importante, para llegar donde sabía que siempre lo recibirían con los brazos abiertos.

Era lejos, pero el correr redujo ese tiempo y por el cansancio y las miles de cosas que pasaban por su mente, apenas podía pensar en la distancia que estaba haciendo a esas horas de la noche, cuando debería estar durmiendo abrazado a su novio y no llorando por este.

Dobló en una esquina, todos sus pasos eran automáticos, pues ese camino se lo sabía de memoria.

Los lugares se volvían cada vez más oscuros, ya ni la luz de la calle lograba alumbrar bien aquella zona de la ciudad. A mitad de la calle encontró ese lugar que tanto esperaba, aquel callejón que en una de sus paredes se encontraba pintada una frase en inglés con letras grandes y negras que le costaba entender paro sabía muy bien a quién le pertenecía.

Tomó aire y se adentró al oscuro callejón mientras miraba a todos lados, nervioso, aunque el dolor era mayor que el miedo en ese momento.

De pronto, sintió un frío agarre que cubría su boca, un grito ahogado por la gran palma se hizo escuchar y también sintió un fuerte brazo rodeando su cintura.

—Soy yo, niño —escuchó la gruesa voz en su oído que lo hizo tranquilizarse—. No grites si no quieres que te asalten —bromeó soltándolo de a poco y dejando que Donghyuck volteara para que pudiera verlo.

Los ojos oscuros del mayor observaron a Donghyuck con detenimiento, sus ojitos rojos, sus pequeñas manos rodeándose a sí mismo por culpa del frío, supo al instante lo que sucedía y la rabia se apoderó de él, pero no la dejó ver.

—Te necesito, hyung —susurró Donghyuck bajando la mirada.

Porque Donghyuck necesita correr lejos de lo que lo lastima y Mark está dispuesto a acompañarlo en todas sus carreras.

run | markhyuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora