Kuri Kuri

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Kuriboh es una pequeña criatura muy curiosa... Nació como un mounstro de duelo, sellado dentro de un enorme bloque de piedra en las lejanas tierras de khemet (Egipto) cuando los humanos realizaban los llamados «Yami no Game» dónde castigaban a los malechores ó defendían sus tierras milenios atrás...

Ahora, los monstruos de duelo son parte de un juego llamado «Magic y Wizards» dónde no son más que proyecciones de luz y color que se activan con un «Disco de duelo» en conjunto con una carta. Ninguna vida está en peligro y lo máximo que resulta herido es el orgullo del perdedor.

De esa manera trataba de explicárselo Atem a su peludo compañero, quien atravesó el portal de regreso a está vida junto a él y Seto Kaiba, después de que esté último llegará a la «vida futura» del faraón jurando no moverse de allí hasta que el tricolor no regresará a Domino.

Honestamente, Kuribo admitía para si que el meterse en la extraña cápsula junto a él castaño y su maestro quizá no fue la mejor idea; pero no podía negar que se divertía de lo lindo con ese par.

  —¡Kuri, Kuri! — exclamó él pequeño monstruo entre los brazos de su maestro.

—¿Aún pierdes el tiempo intentando explicarle algo a esa bola de pelos?— Cuestiono Kaiba quién se encontraba al otro lado del sofá sin levantar la vista de su laptop —. ¿No has pensado que podría nisiquiera entenderte?

Un gruñido escapó de los labios del tricolor, irritado por las palabras del otro —Por supuesto que me entiende, Kaiba. Kuriboh logro materializarse gracias a nuestra conección espiritual y por tanto podemos comunicarnos.

—Ya...— Desviando su mirada unos segundos del aparato, le dedicó una sonrisa irónica al otro —, por qué se puede expresar tanto en unos simples «Kuri, Kuri... Kuri kuri, kuri», ¿No es así, Faraón?

Atem abrió los ojos de tal manera que casi asemejaba al otro maestro del pequeño Kuriboh, Yūgi Mutō. A la par su rostro se encendía con un brillante tono rosado. Por su lado la criatura observa al dueño de ojos azules con fascinación casi rozando en la adoración. Por un instante el tiempo parece detenerse... Luego ocurre el desastre.

Kuriboh escapa de manera salvaje de los brazos de Atem, arrojándose de un potente salto hasta el rostro del CEO. Esté, por el momentum dejado gracias al abrumador golpe, catapulta a la inocente computadora hacía los aires para luego desplomarse con un potente golpe sobre la alfombra dejando su pantalla en la absoluta oscuridad.

La pequeña bola marrón a quién poco le importaba el desastre que acababa de causar, comienza a presionar su cuerpo contra la mejilla del humano dando a entender su absoluta felicidad, casi pareciendo un perro... Cosa que con solo pensarla trajo una mueca de molestia en Kaiba; dedicándose a su vez a empujar al monstruo lejos de su humanidad. —¡Quítate de encima, bola de pelos!

El faraón por su lado solo observo la escena en silencio, tratando de digerir por un momento lo que Kaiba, sin querer, había pedido... Claro que rápidamente tuvo que intervenir pues el ya malhumorado hombre comenzaba a amenazar con darle de cojinazos a su pequeño amigo.

—Kuriboh, basta—. Con voz firme tal como se esperaría de un faraón, ordenó a la pequeña criatura la cual salto nuevamente a los brazos de su maestro expresando un contento «Kuri, kuri» por su fechoría. Sin una palabra más, ambos se retiraron del estudio de Kaiba dejando a este despotricar contra ambos al notar el estado de su equipo tecnológico. 

—Kuriboh, ¿Que te he dicho sobre hacer eso? Kaiba no entiende lo que dices, mucho menos entenderá lo que dice él mismo—. Kuriboh simplemente río de manera traviesa al reclamo, sacando un suspiro cansado del tricolor.

Definitivamente, a kuriboh le gustaba mucho estar con ese par.

Las maravillosas aventuras de KuribohDonde viven las historias. Descúbrelo ahora