Prefacio: Lo que somos...

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En noches como esta, de una atmósfera tensa, aire desaliñado, de un oxigeno denso y difícil de ingerir por un frío que abruma tus entrañas, afloran los recuerdos más robustos que a priori son pesares del alma, recogidos, nacidos o creados por los andares toscos de nuestras decisiones.

Los caminos de aquella pequeña cuidad siempre fueron serenos, sin ruidos, casi pálidos, faltos de marcas de neumáticos u olor a caucho rostizado. Su nombre, Tranquilidad, no lo es, pero en cierto modo si, quedaría bien ¿verdad?, la ciudad de la paz: "Tranquilidad". Casi la totalidad de sus carreteras e incluso parques en plena noche, no podrían profesar más que serenidad, sus luces cálidas cual primavera, sus personas sencillas de buen ver y sus lamentos guardados tras rejas llamadas hogar.

Nada es perfecto, hay pequeños gritos, pero al fin y al cabo son minúsculos. Todo cambiaría para algunos, un pequeño ajuste que no repercutirá en mucho, puesto que quedó silencio luego, en la mayoría, no en todos; para los afortunados, un premio grato, hermoso sarcasmo...

Muchos años han vivido algunos, otros recién absorben luz en sus pupilas, los nuevos tienen disgustos por sembrar, los viejos, lamentos germinados y arrepentimientos por cosechar.

Se aflige una señora apartada de todo: quédate no te vayas, por favor.... Solo... quédate...

Quizás no sea una obra perfecta para procurar amor o cariño, estas letras solo son el empeño de regalar algo que espero se disfrute, aunque puede no parecerlo o de seguro su calidad no sea esplendida ni envidiable, puse mucho empeño en este poco tiempo que tuve para presionar cada tecla.

Vasto Riuji

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