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Lana Humphrey estaciona su auto enfrente del mall, desesperada por conseguir aquellos cigarros de menta y su bendito té helado.

— No le abras a ningún extraño —advierte a la castaña que ha dejado dentro de su Holden rojo, con cierta burla en su tono.

La chica solo volca los ojos, y deja caer su espalda sobre el asiento. Está bastante cansada, había pasado todo el día pegada a Lana, desde que amaneció y los rayos del sol estallaron sobre su rostro, ha tenido el gusto de acompañar a Humphrey a un día lleno de mandados, apuros y chistes pesimistas.

Ríe al recordar el ingenio que tiene la pelinegra para soltar estrés puro de sus finos labios. Y la comprende. Ambas lo hacen, y es por eso que tienen aquel vínculo extraño, que muchos llaman amistad, aunque para ellas es más fraternal, a pesar de no tener la misma sangre.

Enciende la radio del auto y deja que la melodía le distraiga de su repentino aburrimiento, y es cuando nota a Lana saliendo del establecimiento con el té en manos y un extraño pelirrojo detrás de ella, quizás diciéndole chistes muy malos porque puede incluso escuchar las carcajadas de ella.

Frunce las cejas intentando adivinar quién es el tipo, y porque Lana demora tanto ahí, espera que sea importante porque lo único que desea es llegar a casa y dormir por al menos diez horas.

Por fin, Lana ya está acercándose al auto, pero es seguida por el chico, y cuando se da cuenta ambos están mirándole por la ventana del conductor.

— Eh... Julie — habla, relamiendo sus labios, como si supiera que no era bueno lo que iba a soltar.

— Solo dilo — la castaña volca los ojos.

— Mira, este es Michael, y tiene esta reunión en su casa, es de mi curso de literatura, ¿lo recuerdas, cierto?

— Quizás sí, quizás no — desvía la mirada y se concentra en el aromatizante en forma de pino que cuelga del retrovisor, es mejor que mirar con odio a su amiga, porque sabe que esta noche no llegara temprano a casa.

— Nos acaba de invitar y... solo es por una hora, en serio — insiste, mirando al chico con cierta esperanza.

— Da igual —cruza sus brazos, y mira al enfrente, escuchando como la puerta trasera y la del conductor son abiertas.

Ambos chicos entran y Lana por fin enciende el motor, la castaña mira hacía atrás, notando que él pelirrojo trae consigo el té y los cigarros, este al notarlo le regala una sonrisa que ella no responde porque enseguida vuelve la vista hacia enfrente. Está molesta.

Pasan unos diez minutos en silencio hasta que el auto es aparcado en una casa color azul que está inundada de personas, ruido y luces parpadeantes.

— Una reunión — suelta seguido de una risa seca, era más como una burla a sí misma por poco caer en eso.

— Julie... — murmura buscándole la mirada, y esperando no tener una pelea con ella.

— Ve a tu reunión, anda.

— Ven conmigo.

Toma una larga bocanada de aire antes de responderle, sabe que nada bueno va a salir, así que se toma su tiempo.

— Solo ve... yo, iré en unos minutos.

— ¿Segura?

Julie asiente sin mirarla, y solo escucha las puertas cerrarse, para después ver a su amiga caminar con aquel pelirrojo hasta la entrada.

En serio no quiere fastidiarlo con Lana, ella no suele ser así, pero realmente no quiere estar ahí, solo quiere su cama y su manta de astronautas. Apenas siente la cadera y no sabe si sus piernas aguanten más pasos de los que ya ha dado en todo el día.

Cierra sus ojos por un momento y busca paz mental, en serio la necesita.

Y cuando menos lo espera, ya está afuera del Holden, arrastrando sus piernas por el césped y dejándose caer sobre este, soltando un pequeño quejido al sentir algún hueso tronando.

— Esto soy — menciona dramáticamente, estirando las piernas y pateando un vaso de plástico.

A su alrededor hay algunas personas, pero no tantas como para arruinar su nueva cama.

Deja caer su torso sobre el césped, importándole poco si alguien le mira, pues quizás aún siga un poco enojada y aquello la impulsa a hacer lo que se le dé la gana, aunque en el fondo ni siquiera haría algo que llamará la atención porque no es su estilo. Y tal vez cree que si hace algo fuera de lo normal, va a ser fuertemente juzgada, como si comerse y tocarse en público fuera totalmente correcto, así que decide dejar de ver a esa pareja que ha decidido exhibirse sin pudor alguno.

Con una pizca de incomodidad en su interior, gracias a lo que acaba de presenciar, se dispone a mirar el cielo, pero como si tuviera una nube de mala suerte encima suyo, la mitad de su vista es tapada por un balcón estorboso.

Toma otra posición, ahora sí, viendo el cielo en su total esplendor, con las estrellas adornándole y la luna brillando en lo más alto. Sonríe como tonta sintiéndose relajada por un momento, el cuál no dura mucho ya que escucha unas carcajadas muy ruidosas en el segundo piso, ahí donde se encuentra ese horrible balcón. Desde su posición no puede ver mucho, solo un cuerpo que apenas sobresale del barandal, aquel hombre posee una espalda ancha y unos rizos rebeldes, que le llegan un poco más abajo de la mitad del cuello. Quizás es es el dueño de las carcajadas.

Decide ignorarlo y se concentra en su relajación, piensa que esperara unos 15 minutos hasta que vaya por Lana y la obligue a llevarla a su casa, eso realmente suena bien, ya casi imagina su cuerpo cálido bajo las cobijas.

No debería estar pensando en eso, sabe que puede quedarse dormida en cualquier momento, intenta imaginar otra cosa pero no puede, poco a poco va perdiendo el control de sus sentidos y siente ser abrazada por el sueño.

Todo era paz y alegría, hasta que siente algo golpear su frente, haciendo que su cuerpo reaccioné rápidamente, abriendo los ojos alterada y con el corazón latiendo con fuerza.

— Pero qué mier...— maldice y mira a su alrededor, el cuál sigue igual, y no sabe exactamente qué golpeó su rostro.

Entonces nota un papel doblado a unos centímetros de su cuerpo, luce sucio y arrugado. Curiosa, lo toma, y comienza a desdoblarlo, encontrándose con una letra chueca e intento de cursiva.

— Nadar desnudo en...— hace una pausa— ¿Qué? ¿Qué es esto?

Forma una mueca de confusión y decide continuar leyendo, está llena de intriga.

— Probar el helado sabor tocino, ¿es en serio? ¿por qué estoy leyendo esto en voz alta?

Nadar bajo una cascada. Rescatar a una tortuga. Dormir en la torre Eiffel. Aprender Francés. Besar a Rihanna.

A este punto no pudo aguantar las ganas de reír. Suelta una risita entre dientes y continua leyendo.

Olvidar a Jane. Sentirme suficiente. No volver a enamorarme.

Entonces deja de leer, de un momento a otro se siente personal y cree que debería guardarla y dejarla en paz por un rato.

Dobla la hoja y la guarda en el bolsillo de su chaqueta negra. Entonces se ríe secamente, realmente es experta en encontrar cosas extrañas.

should've i believed ✧ lrhDonde viven las historias. Descúbrelo ahora