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— Doctor.. — Auron gimotea al sentir alejarse de los labios del castaño.

— Luzu. —Responde el castaño a milímetros de distancia aún del rostro del pelinegro.— Quiero escucharte gemir mi nombre muy alto.

El médico se lanza a besar los labios del enfermero, sin cuidado ni tacto. Es un beso exigente, salvaje, húmedo y morboso. Los chasquidos de sus labios contra los del más bajo inundan del húmedo sonido el silencio en la oficina, Auron clava las uñas en los brazos del médico bajo la bata blanca, sujeto por la barbilla de dos dedos fuertes y exigentes de Luzu, el espacio que presiona el médico en la trigeña piel del enfermero toma un color rojizo evolucionando a violeta, sus lenguas se buscan fuera y dentro de ambas bocas. Los suaves gemidos del pelinegro mueren ahogados en la boca del castaño, Auron incrementa la fuerza en sus manos y pronto, un siseo alargado sale de los labios del contrario.

Luzu sujeta al enfermero por la nuca y muerde el labio inferior de éste, recibiendo un suave temblor de mandíbula y un jadeo. Cuando la sangre brota de la herida, el médico lame con parsimonia el hilo carmín que abandona los dulces labios del más bajo. Auron cierra los ojos, abre los labios y recibe de la lengua del contrario el sabor de su propia sangre junto a la saliva del médico.

— Luzu.. — Gime el enfermero, sus dientes con leves teñidos de rojo, la punta de su lengua recorriendo su labio herido, acariciando el inferior de Luzu.— Más fuerte.. — Suplica con los ojos cerrados, saboreando él la dulce amargura de la sangre.

Luzu obedece a las súplicas, clavando sus dientes en la herida de Auron. Más sangre brota y esta es rápidamente lamida por ambos, entre un beso húmedo y exigente, entre jadeos y gemidos ahogados.

Las piernas de Auron fallan, se sostiene con ambas manos en los amplios hombros del más alto, el olor es embriagante y lo tiene al límite de la locura. Quiere probar a Luzu, quiere enloquecer en sus brazos, quiere teñirse de rojo, quiere lamer cada gota del médico y lo muerde, tan fuerte como le es posible hasta que escucha al castaño gruñir entre dientes. Pronto el sabor de Luzu lo invade, lame sus labios, su sangre se mezcla con la propia y es el éxtasis para el más pequeño.

Está loco, lo admite y puede que esté enfermo también, pero está por sobre todas las cosas, caliente como el infierno. Y no importa nada, el dolor adormece, lo disfruta, lo siente como parte de sus oscuros deseos y pide más, alejándose de los labios hábiles de su compañero para dejar expuesto su cuello con un movimiento de cabeza hacia atrás.

Luzu observa la perfecta piel, salada, rociada de una leve capa de sudor, esperando para ser marcada y la toma, entre respiraciones agitadas y jalones de cabello hacia atrás, guarda en su mente en lo más profundo, junto a sus retorcidas fantasías, el perfume de Auron, el contraste con el óxido, con el sudor. Quiere marcarlo, quiere tener entre sus manos todo lo que pueda desbordar esa piel. Por fin, después de semanas de observarlo en silencio y casi en acecho, el enfermero está entre sus manos, completamente dispuesto a ser herido y lo disfruta, disfruta cada segundo que succiona su apetecible piel dejando el círculo morado en tonos de rojo hasta marrón en sus labios. Mordisquea, con cuidado, buscando una vena que romper y perfora la piel con sus dientes. Dos puntos, uno al lado del otro, se tiñen de rojo pintando el blanco y perfecto papel.

Auron gime, con mucha fuerza, sintiendo el dolor en su cuello y pide más, entre gemidos que parecen gritos de auxilio, entre dientes, con desesperación. No es suficiente, necesita sentirse deshecho, necesita sangrar hasta el desmayo, ser embestido entre chorros carmín. Su cuerpo vibra, la erección de Luzu le golpea insistente el estómago, la suya propia reclama de atención en pulsaciones constantes. Auron mete la mano al bolsillo en la bata del cirujano en busca de algo que sabe, está dentro.

Hematofilia ➹ LuzuplayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora