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Una de sus rondas de rutina por los pasillos del Hospital lo llevaron al pabellón de Emergencias, dónde existía una extraña calma, sólo dos personas en la sala de espera y una revisión de una mujer embarazada que entraba en labor de parto, nada fuera de lo ordinario o que requiriera  de su atención.

Nada hasta que lo escuchó.

Y fue fuerte, claro y totalmente familiar para el enfermero, porque el sonido de un grito ahogado ya le era totalmente familiar y eso, definitivamente era uno.

Guiado por la curiosidad, avanzó con cautela hasta la Oficina del fondo, esa en la que se recuperó del incidente, la misma perteneciente al médico cirujano de emergencias. Auron tuvo que cubrirse la boca con las manos de asombro cuando lo vio por la rendija de la puerta, únicamente el movimiento de una mano cubierta de sangre chorreando de su palma. El médico estaba de espaldas, se veía parte de su bata y su mano herida, que después desapareció de la visión de Auron.

Otro grito ahogado, uno más rasgoso y profundo, un gemido casi gutural amortiguado y Auron se aferra al pomo de la puerta, porque suma dos más dos y si, el cirujano se estaba masturbando.

El pulso del enfermero se dispara de su pecho y siente su cuerpo arder, a saber si por el morbo, o la escena o por la misma situación en sí. Quizás un poco de todo y es por eso que abre la puerta, preso de un valor que no se conocía en sí mismo.

Lo primero que hace el cirujano es mirarlo. En silencio. Auron contra la puerta respirando como si hubiese corrido un maratón, el médico esperando un movimiento que nunca llega del contrario, un grito, una amenaza, una pregunta. Nada.

Abre la boca y la toalla que mordía cae a sus piernas, mueve hacia arriba su mano en su miembro y jadea, mirando a los ojos al enfermero. Cuando el pelinegro dobla las rodillas por impulso y se estremece en su lugar, el médico obtiene su respuesta.

— ¿Qué es lo que te sorprende?—El castaño alza una ceja curioso, aún moviendo su muñeca bajo el escritorio.— Después de todo por algo entraste.

— La sangre.— Responde casi sin aire el pelinegro y el cirujano se detiene.— En su mano.

Segundos del silencio después de dicha afirmación, ninguno se mueve. El cirujano lo observa con ojos inquisidores, fríos y una sonrisa en su rostro, sutil y casi imperceptible.

— ¿Por qué?— Insiste el castaño volviendo a su movimiento de mano.

— Me.. Me gusta.— Y es la primera vez que lo admite en voz alta, para él, para el cirujano, Auron lo dijo y se siente demasiado bien.— Me gusta la sangre.

— Eso explica mucho.. Ah, Auron.— El médico habla entre jadeos, deja caer su cabeza en el respaldo de su asiento y muerde su labio inferior con fuerza.— ¿Vas a guardar mi secreto?

Auron niega con la cabeza, en silencio.

— Quiero un trato, uno justo para ambos.— Reúne valor y avanza uno, luego dos pasos al frente. El característico olor del óxido lo embriaga y respira con fuerza.

— Te escucho.

— Déjame probar que no estoy loco.

El cirujano ríe y lo mira con lástima.

— Lo estás, pequeño Auron. Tan loco como yo, tan perfecto como imaginaba.— El médico se pone de pie, su pantalón desabrochado, su miembro erecto bajo su ropa interior blanca manchada de rojo y la mano derecha goteando en el suelo.— Desde ese día lo supe.. Tan hermoso, bañado en sangre. ¿Cuánto tiempo has estado cortándote las piernas, eh?

Auron traga saliva y aprieta la mandíbula, el médico avanza a pasos lentos hasta quedar frente a frente y le acaricia con un dedo goteante la mejilla, dibujando una línea de sangre en su piel.

— Estás loco, Auron y me gustas.

— ¿C-cómo.. — El enfermero tiembla, le fallan las palabras.

Una sonrisa y un beso gentil en sus labios fueron concebidos por el médico.— Te observo, muchas veces.— Auron cierra sus ojos, sintiendo apenas el roce de los labios ajenos sobre los suyos moviéndose al compás de las palabras.— Grita, gime, sangra y hazme el daño que quieras, Auron.. hoy estarás tan loco como quieras.

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Ya el próximo es Smut y la última parte

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Ya el próximo es Smut y la última parte.

Hematofilia ➹ LuzuplayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora