Cuidado con lo que deseas

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No sabía distinguir entre lo que era real o un sueño. Ambos se sentían tan reales. Aun despierto cada mañana transpirando de los nervios de no saber si estoy viviendo en el espacio y tiempo indicados. De hecho, no sé si esto va a estar cuando despierte. Guardo y archivo cada parte de mi vida para ver qué es lo real y que no. Puedo controlar la realidad a voluntad. Volar, crear, destruir lo que este a mi alcance. Cualquiera diría que eso es genial pero no para mí. Porque así como puedo hacerlo con las cosas, también puedo hacerlo conmigo mismo, y eso no es lindo, sobre todo cuando tienes tendencia a hacerlo.
Poco a poco la vida va perdiendo sentido. No sé si soy capaz de sentir o morir. Todo lo que tengo es lo que yo creo, me convertí en un pleno actor de mi vida, no sé si reacciono a algo o simplemente lo acciono yo involuntariamente. Y es aquí donde un dilema se presenta ante mí, una especie de paradoja. ¿Se puede estar lo suficientemente bien como para terminar destruido por culpa de lo que alguna vez te hizo tan feliz?
Preguntas sin respuestas más que las que yo mismo creo para “satisfacer” mis dudas. Respuestas que son ciertas porque yo quiero que lo sean. Nadie me contradice y todo es como yo lo quiero, no puedo sostener ningún debate con nadie ni aprender nada porque hasta la materia baila al compás de mis pensamientos.
¿Quién diría que la plenitud podría traer tanto disgusto a la vida de una persona? He aquí una muy buena razón por la que la gente no “es” feliz, más bien se “está” feliz, porque la felicidad plena no existe, es más, de ser así generaría el efecto contrario ya que el ser humano por naturaleza es insaciable y nunca estaría pleno, y el hecho de sentir que tiene la capacidad para ser plenamente feliz y no poder conseguirlo solo llevaría a que la persona se frustre y termine sufriendo más que si no tuviera dicha particularidad. Y aquí estoy yo, siendo “plenamente feliz” en un sueño que nunca termina.
Días como este, pienso y anhelo esos momentos en los que todo parecía perdido por una simple tontería de la cual era fácil salir. Días en los que anhelaba estar como estoy ahora sin saber lo que sería estar así, en una eterna agonía, de la cual no se puede escapar, porque ¿Qué diferencia hay entre vivir en una eterna felicidad que en el infierno mismo? Suena contradictorio visto así pero si lo piensas detenidamente, estamos hablando de lo mismo. Un lugar en donde solo te quedaras, el resto de tu “vida” y que la única compañía es la que se te dará bajo las condiciones que tú mismo pusiste, sin ningún reto, ninguna razón de ser más que la mismísima nada. Al fin y al cabo, estamos hablando de cosas semejantes pero con distinto nombre. Cielo e infierno, el mismo concepto, mismo efecto.

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