Daddy ○ HopeV.

스물 둘.²³

스물 둘. / veintitres.

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TaeHyung.

Me encontraba en la habitación completamente desnudo a la espera de lo que yo sabía que llegaría con el tiempo. Quería, ansiaba que HoSeok llegue rápidamente del trabajo para que me hiciera suyo hasta dejarme agotado, deseaba tanto estar entre sus fuertes brazos mientras me dominaba como tanto me ha gustado estas últimas semanas en la sala de juegos.

Gemí agudamente, acariciando mi pene lentamente, imaginando a HoSeok quitándose la ropa relevando los músculos levemente definidos en forma y con un poco de volumen, su voz ronca recriminándome lo mal niño que era, teniendo que disciplinarme para aprender mi lección, gemí con excitación, quería a HoSeok en mi interior, susurrándome cosas sucias al oído mientras me dominaba como solo él sabía hacerlo. Deslice el masturbador de silicona por mi pene, aquel que saque de la sala de juegos sin su permiso, sabía que estaría furioso de saber que estoy tocándome cuando él mismo me lo prohibió, pero no me importaba si con eso me hacía suyo de manera salvaje y deliciosa. Últimamente no sabía que me gustaba más, si el HoSeok pasional que me hacía el amor con delicadeza, dulzura y necesidad o el HoSeok dominante, aquel de aura fría, cínico, inflexible y rudo.

- A-Ah, p-p...papi~ más -jadeó ante la primera contracción del intenso placer, sintiendo las pequeñas piezas plásticas jugando a lo largo de mi pene, frote la cabeza del lubricado juguete en mi palpitante entrada y suelto un gemido al imaginar a HoSeok detrás de mí, jodiendome tan duro y fuerte que me hace volverme loco, sollozo cuando siento mi orgasmo cerca, no pudiendo detener mis movimientos- ¡h-hobi! ¡oh! ¡m-más~!

- Papi te dará más, bebé -arqueó mi espalda al escuchar su voz, ronca y autoritaria.

- H-HoSeokie... -gemí, lleno de anhelo, observando sus oscuros ojos llenos de lujuria y facciones duras

- ¿Quién te dio el permiso de tocarte, TaeHyung? -lo sabía, por su tono de voz sabía que era mi HoSeok dominante.

- M-Maestro... p-por favor -suplique, restregándome en la cama- hágame su-suyo.

Se acercó a la cama y alzo sus brazos- Ven, mi amor. Vámonos -gatee como un bebé y me cargo desnudo hasta el cuarto piso, a aquella puerta oscura que se había vuelto en nuestra sala de pasión, lujuria y deseo.

Apenas abrió la puerta, lo empujé y mi boca reclamo la suya con necesidad, sostuvo mi cabeza por mi nuca y me beso con fuerza, mordiéndome los labios. Mis manos vagaban por su espalda, escarbando debajo de su saco y la camisa hasta pegar nuestras entrepiernas. Mis labios besando su cuello, mordisqueando desde su mandíbula hacia su nuez de Adán y luego por su clavícula.