Capítulo II; ojos bonitos

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Los únicos ruidos que se escuchaban en la habitación 22 eran los sollozos de Valentina, los cuales terminaban sofocados contra su almohada. No sabía cuánto tiempo tenía llorando, pero cada vez que pretendía tranquilizarse, recordaba la conversación previa que había sostenido por teléfono con su padre, y como consecuente, nuevas lágrimas se escapaban de sus ojos cristalizados.

— No puedo creer que fueras capaz de hacer algo así, Valentina. ¿Qué pasó? Tú no eres así.

— ¿Cómo puedes saber como soy, papá, si últimamente veo más a Alirio que a ti?

— Valen, sabes que estoy trabajando muy duro para que nunca te falte nada, y aun así, siempre trato de estar al pendiente tuyo. Sabes que eres la luz de mis ojos.

— No necesito dinero papá, te necesito a ti. Había preparado una coreografía para ti y...

— ¿La coreografía donde terminaste semidesnuda frente a todo el colegio? — la voz dulce de León Carvajal se endureció un poco.

— N-no... eso fue tu culpa por no aparecer. — en este punto, Valentina ya sentía un pequeño nudo formarse en su garganta. Sus manos temblaban ligeramente.

— Ese es tu problema, Valentina. Haces cosas irresponsables e inmaduras y después empiezas a buscar culpables de tu comportamiento, cuando la única a culpar eres tú misma. Ya estás grande, mi amor, es momento de que empieces a actuar como un adulto.

La voz de León era severa. Valentina nunca lo había escuchado hablarle así, y aunque no fuera una interacción frente a frente, se podía imaginar cada facción pintada en el rostro de su padre; un rostro lleno de decepción.

— Pá... por favor, ven a verme. — suplicó la de ojos azules, los cuales ya habían dejado escapar una que otra lágrima. No era la primera vez que pronunciaba esas palabras. En realidad, últimamente era la frase que más repetía cuando hablaba con León. Su labio inferior temblaba y tuvo que tomar un respiro para no quebrarse por completo en plena llamada. — Te extraño mucho.

— Valentina... — León largó.

No le gustaba ser duro con su hija, pero sabía que en ocasiones había que ser un poco estricto si quería llegar algún lado. Tenía muy claro que no era el mejor papá del mundo, la mayor parte del tiempo no tenía idea de lo que hacía, y es que, desde muy temprana edad, le tocó adoptar el rol de padre y madre cuando la señora Carvajal falleció. Desde entonces, había complacido en todo a Valentina, pero fue cuando entró a la adolescencia cuando entendió que no se podía educar a un hijo a base de lujos y caprichos.

— Por favor, mira, en estos momentos no puedo salir del colegio porque el director Vega nos castigó, pero podemos armar algo aquí. — comenzó a contar ilusionada de solo imaginarse una tarde de papi-hija. — Le podemos decir a Alirio que traiga comida y hacemos un picnic en el patio, también te puedo enseñar la coreografía que no viste el año pasado en la final de los inter-prepas y...

— Valentina, estoy trabajando y en unas horas tengo que salir del país de emergencia a ver unos negocios en Europa. Cuando regrese, probablemente en dos meses, te prometo que lo primero que haré es ir a buscarte. — interrumpió León, queriendo de algún modo compensar su ausencia.

Valentina guardó silencio y con todas sus fuerzas trató de no perder la compostura. Una vez más su papá la estaba rechazando. No le interesaba un padre que estuviera pegado a ella las 24 horas del día. Entendía que tenía un trabajo, una vida y que sería asfixiante para cualquiera no tener ni un poco de libertad, pero lo único que pedía era un poco de atención. Volver a sentir que tenía un papá que esperaba con entusiasmo los fines de semana para poder sacar a pasear a su hija. Volver a sentir que tenía un papá que con orgullo admiraba todo lo que Valentina tenía por enseñarle sobre sus hobbies. Solamente quería volver a sentirse una prioridad, como lo fue en su momento para su madre.

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⏰ Última actualización: Mar 12, 2020 ⏰

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Rebeldía {Juliantina AU}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora