Poemas 6/12

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LOS INSULTADORES

Con tal que sus ramajes
se extiendan como espléndidos boscajes,
¿qué caso habrá de hacer el cedro erguido
del fango corrompido
donde sus plantas posa, ni del cieno
con que el pequeño mísero gusano
de torpe envidia lleno
quiera manchar su tronco soberano?

Al viejo torreón, perpetuo emblema
de bélico poema;
al Esfinge, entre escombros escondido,
Coloso, que aun dormido
la muerte misma lo contempla absorta,
la injuria de una hormiga ¿qué le importa?

En el silencio de la noche, cuando
sus alas bate, de placer temblando,
el ángel de los sueños fugitivo,
con los brazos cruzados, pensativo,
el Coloso los astros contemplando
en abstracción profunda se recrea.
Entonces él ignora si su sombra
que á veces le rodea,
odio, calumnia ó liviandad se nombra:
no sabe porqué silba la serpiente,
porqué la hiena muerde, porqué miente
la azucena al clavel en sus amores;
por qué se mueve el asqueroso enjambre
de insectos roedores,
porqué son los satélites del hambre
de Dios calumniadores.

En tanto que la turba de reptiles
creyéndolo dormido, se consulta
cuál ha de ser el que mejor le insulta,
él en calma contempla de la aurora
el rayo que las sombras desvanece
y más y más los horizontes dora
con su fúlgida luz…Hablar parece…

Su frente se enrojece,
su pálida mejilla se colora,
su cuerpo se estremece,
inflámanse sus ojos, su cabeza
enérgica levanta
con tanta majestad y tal firmeza
que, al remover la planta,
cobarde tiembla y permanece muda
la turba de gusanos roedores;
¡y el sol con luz espléndida saluda
al gran despreciador de insultadores!

LOS CRUCIFICADOS

El vulgo aplaude cuanto inventa el odio,
y en tanto que desgarra su laurel
al férvido Aristógiton, de Harmodio
la gloria mancha con amarga hiel.

En sus iras tan sólo ver anhela
de la ignominia en afrentosa cruz
á cuanto no se arrastra, á cuanto vuela,
á cuanto no es mentira, á cuanto es luz.

Acusa á Fidias de vender mujeres,
al gran Epaminondas de traidor;
á Sócrates de darse á los placeres;
á Aristides, el justo, de impostor.

A Catón, de arrojar á las murenas
sus míseros esclavos; á Colón,
que al indio libre le forjó cadenas...
¡cadenas que llevó en el corazón!

De avaro á Miguel Angel; al divino
entre todos los genios, Rafael,
de vender como torpe libertino,
por impúdicos besos su pincel.

Incestuoso Molier; felón el Dante;
Voltaire ateo; Diderot venal;
¡para todos la sátira infamante;
para todos el látigo infernal!

¿A cuál mártir, apóstol ó profeta,
á qué artista, guerrero ó trovador
no le ha arrancado la mordaz saeta
de la calumnia, un grito de dolor?

¡Uno solo se encuentra inmaculado
de infamias tántas en el gran festín;
uno solo no está crucificado
por las humanas víboras-Caín!


Poemas Victor HugoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora