El Monumento. (Cardverse! APH - UsUk).

Único.

Dedicado a  @farancibia44 

En medio de la plaza de armas del reino de Picas se alza un hermoso monumento que ilustra a los actuales reyes: Arthur y Alfred, escogidos por el Reloj justo después de su declaración de amor. Ambos regentes, unidos por el fuerte sentimiento de sus corazones, otorgaron parte de la magia de su marca a la estatua, su sello personal. La fuerza de su amor era una inspiración para los habitantes de Picas y para los reyes de otras pintas, algo antes visto en aquel mundo. Hasta unos años después, cuando El Monumento comenzó a caer.

-Alfred -Arthur Kirkland, Reina de Picas, intentó mantener una voz calmada mientras pensaba en como contarle la noticia a su Rey. El de lentes, contemplando su reino a través del balcón de la Sala del Trono, apenas pareció inmutarse cuando el de ojos verdes repitió su nombre-. Maldita sea. ¡Alfred! -El grito resonó a través de la habitación como si miles de Reinas lo hubieran llamado al unísono, permitiendo que el Rey se girase (finalmente), con una mirada distraída mientras se acercaba a su esposo.

-No hay necesidad de gritar, Arthur. -Y ahí estaba de nuevo, pensó la Reina. La voz de Alfred Jones se había vuelto fría y desanimada, y el afecto de su esposo se había perdido hacía mucho; apenas le miraba a los ojos cuando le dirigía la palabra, ni siquiera tomaba su mano al salir en público o le dirigía una sonrisa, como antes lo hacía.

-No reaccionaste cuando llamé. -una expresión de aburrimiento tomó el rostro de Alfred, que hizo dudar a la Reina y sintió como una timidez incómoda se apoderaba de su cuerpo.

-¿Qué es lo que quieres? -A veces, Kirkland agradecía que Alfred no fuera físicamente violento, porque sus palabras y su tono de voz solían herirle más de lo necesario. La Reina pasó saliva mientras sentía su cuerpo temblar, preparándose para dar la noticia, sintiendo como el estrés tomaba su cuerpo cuando el otro levantó su ceja, apurándolo.

-El Monumento se está cayendo, Alfred. -por primera vez en mucho tiempo, los ojos azules de su esposo se enfocaron en los suyos, observando como el pánico se apoderaba de su cuerpo. Arthur no había imaginado esa reacción mientras su cabeza daba vueltas ansiosamente porque no sabía como explicarle lo que estaba pasando, por lo cual soltó una suave carcajada y llevó su mano a su rostro, experimentando la ironía de la situación mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. -¿Qué? ¿No lo sabías? -el tono sarcástico de Arthur apenas sacó a Alfred de su ensimismamiento, que le seguía mirando con los ojos como platos mientras su cuerpo comenzaba a temblar. -Nuestro monumento se está partiendo. Yao me contó que lo vio mientras volvía de una expedición a Trébol. Pensé que lo sabías.

La única respuesta que recibió Arthur fue el silencio de su Rey. Mirar su rostro que otrora fue dulce y ahora estaba lleno de pánico le daba unas fuertes ganas de reír, de caer al suelo y llorar. ¿Cómo podía ser? Solo su parte se mantenía firme en la base de la estatua y poco a poco lo que representaba a su esposo caía a pedazos. Todo el mundo lo había visto ya, menos la Reina, ciega ante todo, esperando, tal vez, que la situación cambiara y que Alfred le quisiera aún.

-Dímelo. ¿Acaso construíste algo con alguien que te gusta más? -nuevamente, silencio. La voz de la Reina tembló, mientras pensaba como recriminarle, pero ¿Era su culpa haberse enamorado de otra persona? Los otros reyes hacían lo mismo, pero... los otros Reyes de las otras pintas no se habían jurado amor eterno ante un monumento que representaba su amor y la prosperidad de su pueblo.- Tenía que haberlo visto venir. -murmuró, inhalando profundamente, intentando procesar lo que el silencio llenaba en palabras.- Podrías haberme avisado, ¿Sabes? Podrías... -la voz de la Reina se rompió mientras las lágrimas comenzaron a inundar sus ojos. -Maldita sea...