Era una noche cerrada y poca luz podía ser vista en el cielo, las nubes ocultaron todo rastro más allá de su ver. Solo las luces de las calles iluminaban esa tétrica ciudad.
Una chica iba andando por la calle, dando algunos saltos después de algunos pasos, llevaba unos auriculares en sus blancas orejas, ahora rojizas por el frio de la noche, estaban empezando a adentrarse en el otoño, y la ropa destapada ya no era preferible a esas horas
Esos auriculares que llevaba eran un objeto mágico para ella, gracias a ellos, conseguía alejarse de todo a su alrededor, como si solo existiera ella y su música.
Pero aunque eso era lo que parecía, no andaba descuidadamente por esas interminables calles oscuras, sino que esa noche tenía un lugar al que ir.
Ese lugar no era más que un tejado, un sucio y mugriento tejado, donde cometería la mayor estupidez de su vida. Pero aún así, la sonrisa que tenía en su rostro no daba a ver la oscuridad tras ella, sin revelar las intenciones que la llevaban allí aquella noche.
Era casi medianoche, y la mayoría de las casas tenían las luces apagadas, dando a ver que no había nadie despierto en ellas, o que habían sido abandonadas por sus dueños, quienes se habrían ido a alguna parte aquella noche
Un par de calles separaban a esa niña de su destino, pero al ver que faltaba un cuarto de hora para media noche, empezó a correr, quedándose sin aire al llegar a la puerta.
Era un puerta corroída por el óxido y el abandono, pertenecía a un bloque de pisos abandonados por el tiempo. Esa niña se coló por una de las ventanas ya rotas por las innumerables piedras u otros objetos tirados por los niños y granujas de ese barrio.
Sin darle importancia a los grafitis en las paredes, se dedicó a subir las escaleras de ese bloque de 6 plantas, incluyendo el tejado. En algunas plantas se escuchaban ronquidos de alguna que otra persona que se había quedado a dormir allí.
Ese edificio sería derruido y reformado en unas cuantas semanas, pero aún era habitable para aquellas personas sin hogar. Siguió subiendo hasta el tejado, donde el viento le soplaba en la cara, haciendo ondear su pelo negro azabache. Cerró sus ojos marrones verdosos, abrió los brazos llenos de cicatrices y disfrutó esa agradable brisa, la que seguramente sería la última.
Quedaban 5 minutos para medianoche, esa chica se acercó al borde para ver la gran ciudad, pero se alejó inmediatamente, aún le tenía miedo a las alturas. Aunque para lo que iba a hacer esa noche, eso no importaba mucho.
Empezó a tararear alguna que otra canción, mientras que esperaba que esos malditos segundos se fueran esfumando. Se sentó en el borde, sin ni siquiera mirar un segundo hacia abajo, no quería que el miedo la paralizara y al final no acabase haciéndolo.
Faltaban solo unos segundos, su camisa blanca seguía el compás del viento, sus manos apoyadas en el ladrillo, preparandose para dar el impulso del salto.
Solo unos segundos y se iría para siempre de ese mundo, estaba ansiosa por hacerlo, tenía la impresión de que algo importante sucedería si lo hacía. Su reloj empezó a pitar, dando a ver que esos segundos ya se habían ido, y que era momento del gran salto, dejando atrás todas las experiencias y momentos vividos, cerró los ojos y saltó, dando así fin a su vida.
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Cuando los volvió a abrir ya no estaba en ese lúgubre lugar, ni había ningún rastro de sangre de la caída, aunque había sentido perfectamente el impacto, por suerte fue preciso, y la muerte le llegó rápidamente, así no tuvo que sufrir la desesperante agonía y dolor de esos segundos antes de que sus funciones vitales dejasen de funcionar.
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El Sistema Del Destino [Hiatus]
RomanceSe cuenta la historia de una alma solitaria, un alma que llevaba siglos reencarnándose y muriendo a los pocos años. Llegando al departamento de reencarnación siempre con la misma razón estúpida: encontrar a su amor destinado. Los sistemas cansados d...