Prólogo

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Savanna

Las esposas me hacían ampollas y roces en las muñecas, siento un fuerte golpe en el hombro y un hombre de espalda ancha y de más o menos metro noventa de altura me apura para llegar al comedor.

No puedo seguir el ritmo de los demás debido a que solo llevo dos días aquí y aún no estoy acostumbrada a los pasillos estrechos y lúgubres ni a la oscuridad permanente.

Cuando logro llegar el hombre se queda en la entrada y veo una sala enorme que parece excavada en el interior de roca de una montaña, como el resto de la estructura, hay mesas repartidas por todo el espacio menos por una vitrinas al fondo de la habitación en la que hay tres hombres y una mujer con el mismo mono de trabajo gris que yo sirviendo lo que parece ser un intento fallido de macarrones con algo amarillo que dudo sea queso.

Me dirijo a las vitrinas para coger una bandeja con bazofia y en cuanto la consigo intento ir hacia una de las mesas libres pero en cuanto me acerco un grupo de personas de mono negro se sienta en ella jodiendome el plan de comer sola porque esa era la única mesa libre. Me fijo por un momento y veo al hombre que supuestamente me amaba entre ellos y me doy la vuelta caminando hacia otra de las mesas cuando siento mis ojos cristalizarse por una mezcla de tristeza, ira y decepción.

Troyana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora