1: Enfermedad.

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Esperaba a mi hermana con la canasta en sus manos y su típica sonrisa, capaz de alegrar a cualquiera que cruzara por su camino. Pero por más tiempo que pasaba ella no salía de su cuarto y eso me preocupaba. Ya había pasado más de una hora encerrada en su cuarto, a pesar de ser una chica y tardar en arreglarse como la mayoria lo hacen, estaba tardando más de lo necesario, si ella no sale en unos minutos se le haria tarde y no podria ir a dejar la canasta.

Nuestra abuela vivía en el bosque, nosotros la amábamos pero ella enfermó y por mandato de nuestra madre mi hermana en ir a dejar la canasta con las cosas necesarias y algún que otro gesto esperábamos le alegrará.

Cuando ya mi paciencia se había acabado decidí entrar a su cuarto pero para mi sorpresa ella estaba acostada con un pequeño pañuelo —seguramente húmedo— y tosía de vez en cuando, cuando giró su cabeza para verme rápidamente puso una de sus manos sobre su boca haciendo gestos tratando de reprimir de forma fallida el vomito.

Mi madre entró con una cubeta en sus manos junto a una jarra de agua, al verme me hizo saliera rapidamente de la habitación mientras ella dejaba las cosas atendiendo a mi hermana. Esperé afuera hasta que finalmente salió y me mirara con cansancio.

—Mañana en la madrugada irás a dejar la canasta. Tu hermana no está bien, tiene fiebre, náuseas y mareos. —Suspiro a la vez que palmeaba su delantal quitando las pocas arrugas.

—Ah... Pero puede que ella este mejor mañana —Respondí con desgano y tratando de convencerme de algo que seguro no pasaría— la verdad no estoy con ánimos de ir...

—No te lo estaba pidiendo, te lo estoy ordenando —Dijo con voz autoritaria.

Hice un sonido de desagrado y me fui a mi cuarto abalanzándome en la cama maldiciendo mentalmente mi mamá suerte.

Además de ser mellizos debía cumplir su trabajo, vaya suerte. Pero tampoco era tan frio y desalmado para abandonar a mi pobre y anciana abuela.

Cerré los ojos tratando de reprimir mi desgano mañana debía hacer el viaje por mi hermana... Eish

»Tienes un gran parecido con tu hermana. De seguro que si te dejas crecer el cabello podrías ser una chica sin ningún problema. « Abrí los ojos golpeando mi cabeza contra la mullida cama.

—No soy una maldita chica, soy un hombre. —Decía mientras aun golpeaba silenciosamente mi cabeza contra la cama.

Odiaba tener tanto parecido con mi hermana, ella era bonita y de cabellos levemente rizados y rubios. Una sonrisa perfecta y una encantadora personalidad o eso decían todos y yo era el comparado, recibir miles de comentarios de lo parecidos que somos o jugándose con que sin ningún esfuerzo podría tomar el parecido de una chica.

Entre quejas abrí levemente mis ojos notando que los rayos de sol ya empezaban a iluminar mi cuarto, había logrado quedarme dormido y no lo había notado.

Me levanté sin preocuparme de sacar mi pijama, salí de mi cuarto mientras reboloteaba mis cabellos rubios, me dirigí donde pude sentir el aroma del desayuno, mi madre estaba en la cocina y ya tenía la canasta preparada.

Simula unos leves quejidos, empecé a soltar una tos seca seguido de respiraciones agitadas
—Creo que mi hermana me contagio. —Tosí falsamente.

— Vístete. Ya debes irte si no quieres regresar después de que anochezca. —Dijo firme viendo a través de mi mentira.

Solté un leve chasquido y camine hasta mi habitación y al llegar me vestí con una ropa similar a la que mi hermana usaba y su típica caperuza roja. Mis padres eran tan originales que nos compraban la misma ropa. Al salir de mi habitación estaba esperando mi madre con la canasta en sus manos que tenía un lazo en ella. Me acerqué a ella y me la entrego dándome las recomendaciones que le daba usualmente a mi hermana.

—Recuerda que no tienes que desconcentrarte, y no debes ir a otros lugares que no sea la casa de tu abuela. Además no olvides que es para ella y no importa quien la pida, solo debes dársela a ella. —Dijo tratando de ordenar mis cabellos.

—Si, mamá. —Suspire con desgano y una cara de molestia, no soy un niño pequeño que al primero que vea le entregará la canasta. Ni tampoco me iré a lalalandia que por cierto me parecería más divertido que caminar por el bosque, o tal vez si lo haría, ¡pero lalalandia no existe!

—Toma—Me entregó un pequeño cuchillo con un mango negro, se veía recién afilado. Hice una expresión de sorpresa. Ella me había pasado una navaja, ni siquiera sabía que eso estaba en la casa. ¿También se la dará a mi hermana?

—Dijiste que no habían en la casa —Me queje pero rápidamente me vi regañado.

—Utilízalo sólo en caso de emergencia, ni siquiera se te ocurra jugar con ella. —Me advirtió.

—Wow—Dije sin querer, que podría hacer con una navaja. ¿Y si pongo mis iniciales en un árbol? Espera, no tengo pareja para hacerlo. ¿Y si me hago bandido y atraco gente con la navaja? Mi cara y mi fuerza no me ayudarían. Eish. —¿Siempre le das una navaja?

—Ni creas que es un viaje fácil—me dijo soltando un bufido.

—¿Que tan complicado es?—Pregunté con miedo, si me daba algo así es una mala señal. Ya estaba asustándome el viaje y lo que podría encontrar en el bosque.

—Tu sólo ve con cuidado. ¿Si? — Si no quería contármelo era peor. Me hice el desentendido y solo asentí.— Bueno, ya vete. Ten buen viaje y suerte —Dijo sacándome de la casa a empujones. Yo no entendía porque tanto el apuro, pero si podría entender algo, mi hermana lo pagaría caro por hacerme ir yo en vez de ella.

(...)

//Ya wn, arregle esto...
Ah, voy a dejar unas pocas cosas claras, arregle este capítulo sólo por aburrimiento¿? Hahaha

「Caperucita Roja 」⇢ Vᥱrsιóᥒ BL ⇠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora