Capítulo 1

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Herowild, Octubre 30 del 2016.

Estaba cabizbaja, escuchando los reproches del docente frente al director. Tenía unas enormes ganas de tomar el tobo que tenía diagonal a la puerta y vaciarlo en la calva del señor Fredric. Pero no, no me convenía, no en ese momento.

—Entonces, usted quiere decir que vio una melena rulosa a la hora del descanso poner chinches en su asiento y asegura que fue esta joven, ¿es correcto? —habló el director, sentía su mirada clavada en mí.

—¡Sí! —exclamó el viejo—. Y le pido, señor director, que llame de forma inmediata con carácter de urgencia a los representantes de esta alumna, ¡no es la primera vez que me sabotea!

Yo escuchaba todo atenta, callada.

—Tampoco es la primera vez que usted se equivoca respecto a la joven, profesor Fredric. —contestó el director, y sonreí para mí¾ Pero, si usted tanto insiste, llamaré al tutor de la chica.

Alcé mi mirada hazel, sintiéndome desorientada por un momento, calculé más o menos en donde podrían estar posicionados sus ojos azul eléctrico, y justo ahí lo escudriñé.

—Director...—le hablé, entre dientes.

Él salió de su puesto, rodeando el escritorio, y se plantó frente Fredric, extendiendo su mano.

—Un gusto, profesor Fredric. Soy el padre de Venus Von Dill. Nathaniel Von Dill.

Me imaginé que la cara de Fredric era, ni más ni menos, que una obra de arte; la boca entre abierta, los ojos como dos enormes platos, y de no ser porque su mandíbula estaba bien pegada, seguramente estaría dos metros bajo tierra.

—¡Se-señor, usted...!

—Así es, soy el tutor de esta jovencita. —me señaló— Y ya que lo sabe, y yo sé que Venus no fue la que hizo tal acto, le pido amablemente que se retire de mi oficina.

—¿Y cómo está tan seguro? ¿Acaso, solo quiere defender a su hijita? —preguntó el viejo, amenazante, creyendo que su metro setenta y cinco podía intimidar al metro noventa de mi padre.

—Mi hijita —enfatizó—, estuvo todo el día aquí. Y, a menos que usted desee poner en riesgo su trabajo y revisar las cintas de seguridad de su salón de clases, debería irse de inmediato.

Papá: 10.

Viejo calvo: 0.

El señor se fue con los humos en las nubes, y yo me despedí con la mano, sonriéndole falsamente. A penas estuvimos solos, se afincó en el escritorio y me miró.

—No le pusiste los chinches, pero sí estuviste en el aula a esa hora. Y, solo por eso, tendrás que ir a la sala de castigo esta tarde.

—¿¡Qué!? ¿¡Porqué!?

—¡No es la primera vez que me llegan quejas de una cabellera rulosa metida en lugares donde no debería! —chilla, con diversión queriendo sonar severo—. ¿No te es suficiente con que yo no te castigue en casa? Algo debes hacer, y ese algo, será vigilar, pasar lista y quedarte con los jóvenes castigados esta tarde.

—¡Pero no soy niñera! Además, ¿cómo sabré que son ellos si no puedo diferenciar sus caras? —me quejé.

—¡Pero igual lo harás! A las tres en punto, hasta las seis. ¡Seis, Venus. Ni antes, ni después!

»»——⍟——««

Estaba sentada encima del escritorio, con la lista de los individuos que debían estar a las tres puntual en el aula. Papá había colocado una pequeña fotografía de cada uno, aun así, era incapaz de ver más allá del color de su cabello, o de algún accesorio que llevaran encima.

NOVAK ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora