"D" de Desaparecer

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Era un día como cualquier otro, ni más ni menos, ni menos ni más, cansada de la monotonía, cansada de intentar, pero por si las dudas me detuve a pensar, no solo una, sino dos y tres veces más, y, para ese momento, no había palabra alguna en mi diccionario que pudiera asemejarse a "continuar".

Recuerdo que conmocionada y sorprendida, poco más que anonadada y sin creer que no pudiera estar, pasé las hojas rápidamente y alcancé a divisar que la definición de "ser fuerte" poco a poco dejaba de estar... Desaparecer, no podía desaparecer.

Desesperada mojé la yema de mis dedos y comencé a pasar hojas euforicamente y, como si de una ráfaga de viento se tratáse, fueron todas abriéndome paso hasta la sección de una única letra, la letra "D", y allí también se encontraba una única palabra, "Desaparecer", y no había definición, ni sinónimos, nada al parecer, solo había un archivo adjunto, algo confuso e imposible de leer, pero que como por arte de magia, se dio a conocer. Era una foto. Una foto mía debajo de la palabra "Desaparecer".

Mi corazón comenzó a demostrarme lo asustado que se encontraba en ese momento, y mi pecho le seguía el ritmo, mis manos se volvieron insensibles y lo deje caer, pero... ¿Qué deje caer?. Puedo jurar haber sentido el ruido de aquel libro al caer, más en el suelo, solo pude ver mis pies, y estos poco a poco comenzaron a desaparecer, intenté por inercia tomarlos, como si fuera a lograr traerlos de regreso, pero no funcionó.

Estupefacta observé como una neblina cristalina subía por donde deberían estar mis pies, lentamente a mis piernas... ¿Éstas también iban a desaparecer?. "¡No!", oí un grito a la distancia, recordé en un flash bastante ligero, por mi mente y allí presente, algo que nunca antes me había preguntado ni tenido curiosidad.

Mis primeros pasos... no eran para nada seguros, los primeros parecían como de pingüinito, algo torciditos y moviéndose en forma de arrastre, levantándose de a poquito y de a uno para poder dar un paso más, y luego otro, y luego otro, hasta llegar a caminar con naturalidad. Pero... ¿cómo llegué a aquel lugar si antes estaba mas allá? Mis pies... mis pies y piernas habían desaparecido.

Cuando salí de mi trance y visualicé nuevamente la neblina, ésta ya cubría mis caderas, y, me tanteaba para ponerme nerviosa, porque ella como yo sabíamos que subiría.

Pude ver en cámara lenta, como mis manos se desvanecían, aunque aún las sentía allí, y las movía, en la medida de lo posible, ya no existían. El tacto... la dureza de la pared o la rugosidad de un árbol, la suavidad de una tela o la piel, la sensación de agarrar, las ganas de tocar el cielo y llegar, todo lo que tuve de niña y que, poco a poco y ya siendo adulta, comencé a olvidar.

Todo eso también pasó como flash y cuando quise acordar, la niebla ya se había tragado mis brazos y, en ese instante, quise y sentí la constante necesidad de abrazar, ¿Hace cuanto no sentía esa calidez de abrazar no solo el cuerpo, sino el alma de alguien más? ¿Hace cuanto no me tomaba el tiempo de abrazarme a mi misma y pensar? Y Pensar... y pensar en que ya no me quedaba mucho, porque no solo comenzaba, sino que ya estaba terminando de desaparecer.

Desaparecer... ya casi todo se habia ido, quedaba ya nada de mi en aquel lugar que, sin haberlo notado antes, había comenzado a desaparecer, como yo, o quizás un poco más o a más velocidad, pero por lo menos aún podía ver, y notar, que lo que antes se veía y sentía como mi hogar, ahora solo era un lugar... un lugar lúgubre y solitario, en el que, seguramente nadie nunca querría estar.

De repente y no casualidad, cuando ya no quedaba más que mi rostro en la oscuridad, frente a mi apareció un espejo, y, encima de el, una luz que amenazaba con quererse apagar.
Sentí la necesidad de acercarme pero no me moví, mire debajo, mis pies ya no estaban ahí, mis ojos brillaron y una lágrima se deslizó por mi mejilla, quise secarla y levanté mi brazo y manos, o eso creí, pero ninguno de los anteriormente nombrados estaban ahí.

El espejo se acercó a mi, y la luz amenazadora comenzó a hacerse cada vez más y más tenue.

Me vi, sonreí y lo entendí.

Que a pesar de haberlo soñado mil y una vez, yo no me quería ir, quería caminar, acercarme a mi, quería sentir, tocar, abrazarme a mi, secar mis lágrimas y seguir intentándolo una vez más... y no quería "Desaparecer" y quería "Ser fuerte" pero ya era muy tarde, ya había elegido y no podía volver a elegir.

El espejo ya no está, y la luz se terminó por apagar, así como yo terminé por desaparecer...

Y una foto exactamente igual a cuando me vi al espejo por última vez y sonreí, yace en la repisa de algún familiar o de alguien que si me supo amar.

Porque desaparecí, porque me fui, porque no fui capaz de encontrar mi propia definición de ser fuerte, porque no me abracé ni me sentí, porque nunca me di el tiempo, ni me conocí, y por ende, y obviedad, me dediqué a compararme en un espejo, y nunca... nunca me encontré a mi.

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