Capítulo I

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Llegué a clase como un día más, justo antes de comenzar la lección presentaron a un nuevo alumno, el cual llevaba ropas anchas y trenzas negras por toda la cabeza, tenía un look algo peculiar a lo que solía haber en aquel lugar.
Cuando acabaron de presentarlo él se adentró entre los asientos y se sentó algo más adelante de donde estaba yo.
La clase transcurría tranquila, sin problemas, como siempre, el chico nuevo solo se dedicó a preguntar a su compañera cosas sobre la clase y la chica le contestaba de forma coqueta, se podía ver desde aquí como esa chica quería llevárselo a la cama, y a él se le notaba como se la iba a llevar sin pensárselo dos veces.
Cuando la clase acabó salí del aula para correr hasta mi coche e ir a casa, entraba a trabajar en unos minutos y no tenía tiempo de para pausarme.
Cuando salí del edificio ahí estaban los que había mencionado anteriormente, coqueteando, solté una suave risilla, me hacía gracia ver como en solo una hora, ese chico se estaba llevando al huerto a aquella chavala sin siquiera problemas, ya estaban casi besándose cuando él se giró al verme, me escuchó reírme seguro, no lo había hecho fuerte, pero en ese momento apenas había ruido así que se escuchó lo suficiente como para que él se enterara.
Cuando me miró yo me puse nerviosa, su mirada no expresaba nada, solo sonrió levemente y volvió a lo suyo, pensé que me miraría mal o algo, pero solo sonrió, parece que no es la primera vez que le pillan así.
Fui hasta mi coche y cuando pasó un rato ya había llegado a la tienda.
Me adentré en ella y me puse en mi puesto, era cajera en una tienda tipo bazar, algo simple, solo quería conseguir dinero para seguir estudiando el post grado, mis padres podían pagarlo, pero mejor no relajarse.
Me daba tiempo de trabajar y estudiar, así que mientras todo fuese bien yo podría seguir con esta vida, no me provocaba estrés ni ansiedad, no era un problema sobrellevar todo.
Es más, en mi vida nunca he sabido lo que es el estrés o la ansiedad, pocas veces he sentido tristeza, tenía una vida completa y feliz, como cualquier persona de 20 años.
A veces tenía algún altibajo que me provocaba algo de tristeza, como suspender algún examen, pero al rato volvía a estar bien, no suponía ningún esfuerzo para mi ser feliz.
Cuando mi turno acabó me dirigí a casa y luego de comer algo rápido me senté en mi escritorio para repasar la lección.
Un día normal.
Un día común.
Nada especial.

La historia después de tu cama (Tom Kaulitz) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora