Exilium

Prólogo

El Paraíso.

Pensar en que "El Paraíso", para los humanos siempre fue una meta inalcanzable, siempre estimado a ser la salvación de todo hombre y la forma en la que todos nosotros seamos libres de la opresión humana y consigamos clemencia bajo los brazos de Dios.

Pero no es así.

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El prisionero número Doce levanta la vista y observa a la pobre alma negra descansar en aquella silla floja y de madera. A almas como él, se les ha dado la tarea de vigilar en todo momento el comportamiento de los Cilios (prisioneros), deber dictado por Arcángeles supremos. Todos ellos se llaman de Elisores.

El guardia deja su única arma a un costado de él y bosteza del aburrimiento. A pesar de ser un alma y no poseer un cuerpo físico, sus reacciónes son tan humanas como las de cualquiera. Doce, aquel Cilio tras las rejas, lo observa en todo momento. Y después de que confirma que está ahí sentado para quedarse, gira hasta el fondo de su cápsula para divisar lo que es El Paraíso y la estación espacial de Diverton, confirmando que sus naves están preparadas para salir. Entonces, Doce, empieza a silbar aquella famosa melodía que todos los prisioneros conocen dentro de Exilium. El solsticio es su nombre. Es la única canción que conocen.

La voz de todos es escuchada conforme el silbido se reparte celda tras celda, y eso confirma que todos están listos para que el plan de escape se ponga en marcha, aparte de que distrae a los Elisores, quienes exigen silencio. Así que, con sigilo: Doce comienza a gatear hasta el guardia mientras se distrae con la situación y logra estirar su brazo inmaterializado hasta conseguir la llave digital que lo sacará de esa maldita celda. Todos hacen exactamente lo mismo.

Una vez que lo consigue, sale con sumo cuidado, como ya lo había hecho otras veces que ha querido escapar. La diferencia ésta vez, es que tiene un plan. Toma el arma del guardia y, mientras la levanta del suelo, el Elisor nota la acción de Doce y pega un respingón. Doce le mete la boquilla de la pistola en su cavidad bucal y le pidie que guarde silencio con un gesto.

Programando el arma, le dispara al guardia en modo silenciador y es como logra que todas las alarmas empiecen a sonar. Los guardias que yacen en los pasillos y cuidando de las demás celdas empiezan a correr en dirección a Doce, programando sus armas en modo de aniquilación, y no en un simple paralizador como Doce lo acababa de hacer con el Elisor.

El plan va de acuerdo a lo estimado.

Cientos de miles de Cilios (prisioneros del Paraiso), llenos de odio y sed de venganza, empiezan a salir arremetidos de sus cápsulas. Todas las almas, una tras una, empiezan a dirigirse donde está la celda de Doce, aprovechando que los guardias se han reunido en un mismo sitio. Más Elisores armados llegan y empiezan a disparar a los prisioneros llenos de ira; ellos de igual forma los atácan con sus propias armas.

Las paredes de metal y titanio que conforman la estructura de Exilium, son cubiertas de un líquido transparente y viscoso que es identificado como la sangre de las almas. El ácido que contiene su estructura moleculár, empieza a derretir las paredes de la estación espacial, Exilium.

Diverton, sin saber lo que ocurre en Exilium aún, lanza sus naves de exploración que están destinadas a atravesar un agujero de gusano del que llevan meses planeando cruzar, con el fin de encontrar un mundo físico donde puedan repoblarse con un cuerpo humano. Para ello, han fabricado trajes ultra-resistentes, que Elisores calificados para la misión usarán en caso de que su prioridad sea la supervivencia. Así que apenas encuentren tierra del otro lado, el traje les proporcionará protección y un cuerpo.

Pero hay un repentino cambio de planes.

Las naves espaciales son atraídas por el campo magnético que es activado en Exilium. Los pasajeros en las naves que acaban de salir de la estación en El Paraíso no tienen idea de por qué son arrastrados por el campo magnético, pero tampoco se inmutan en averiguarlo.