Capítulo único.

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Nunca antes cruzaron caminos, sus ojos jamás se vieron con tanta profundidad y ni siquiera compartieron algún gesto. Sin embargo, Kogami y Makishima parecían estar destinados.

¿Destinados a qué?

En los libros que Makishima leía con una sonrisa suave, sabiendo que entre las páginas y la tinta no estaba solo, aquellos destinados terminaban juntos de una forma u otra. Era divertido, pero interesante, Sybil lo excluyó ¿acaso algo tan improbable e ilógico como el destino lo tomaría en cuenta? Quizá, pensó Shōgo mientras miraba el cielo, si la respuesta hubiese llegado antes la situación sería diferente.

Quizá, prosiguió Shōgo, su persecución con Kogami habría sido otra. Un escenario ligeramente retorcido, tal vez un poco más de Jane Austen; corriendo en la colina con risas de fondo, un atardecer y, finalmente, un abrazo que repararía el daño que sufría. Un poco más retorcido, Makishima se permitió fantasear con un beso estúpido que le arrancó una sonrisa.

El exejecutor detrás suyo miró el cabello blanco, el cuerpo delgado, las respiraciones agitadas se habían extinguido y sólo la calma los rodeaba. Kogami sabía que Makishima sonreía, lo conocía sin conocerlo realmente, a veces eso lo perturbaba ¿cómo era posible? Una persona como él distaba de ser como Makishima (aunque lo entendía tan bien y, tal vez, él podría haber acabo así).

Sin embargo, el arma que sostenía con firmeza tembló. Sopesando en sí realmente era necesario acabar con la vida de Shōgo. Por primera vez Shinya dudó, la voz de Akane en su mente, los iris dorados de Shōgo contemplando el paisaje.

—¿Después de esto podrás encontrar alguien que me reemplace?

Las hebras negras se metieron con la suavidad del viento, como si se tratara de una caricia para consolarlo (porque contrario a lo que esperó, Kogami siente que el oxígeno se le escapa y su corazón arde). Lo sabía incluso antes de jalar el gatillo, no habría otro Makishima Shōgo en su vida que despertara las emociones que sintió en todo momento.

—Bueno, con toda certeza, espero que no.

Shōgo volvió a sonreír (porque ya no estaba solo, no volvería a estarlo, alguien lo reconoció y lo siguió, Shinya realmente quería estar con él). Las invisibles caricias del viento cesaron, ambos lo sabían, ahí terminaba todo. Era el último capítulo de la vida de Makishima y el último en el que él aparecía en la de Kogami.

Desde mucho antes de conocerse estaban destinados (Kogami reunió voluntad y apuntó a la cabeza, agradeció que él estuviera de espaldas), este destino les aguardaba (Makishima rio sin voz, ojos brillantes de felicidad, el agradecimiento sin escapar de sus labios porque al fin, al fin, era libre de Sybil).

No era ningún encuentro fortuito (disparó). No era que no se entendían (cayó), se entendían uno al otro mejor que nadie (Kogami miró el cuerpo) y cada uno se enfocaba únicamente en el otro (Makishima no se levantó).

En otro tiempo (¿pudo ser?) Shinya entendía a Shōgo (por supuesto). En otra sociedad lejos de Sybil, de la ASP. Sin ejecutores y sabuesos, sin Psycho-Pass y Dominators, también estaban destinados a encontrarse. 

(Siempre nos veremos, Kogami)

(No te quitaré lo ojos de encima, Makishima)

Destinados | MakiKogaWhere stories live. Discover now