Fin del mundo.
Ahí estaba yo, postrado bajo un enorme árbol en medio de la nada, estoy muy seguro de que no había estado en este lugar antes, estaba adormecido y adolorido, me levante sobre mis temblorosas piernas sin idea exacta de que debía hacer en un momento como ese, estaba solo, todo a mi alrededor estaba solo pero el paisaje se cubría de una hermosa vegetación, casi como si ningún ser humano hubiese estado merodeando por ahí en un largo tiempo, o quizás nunca. Sentía una mezcla que se extendía desde el miedo a la preocupación, esa sensación que entra en tu mente cuando sientes que olvidas algo importante, o cuando sabes que tienes que hacer algo de suma importancia, pero te empeñas a sacarle la vuelta hasta que es inevitable eventualmente toparte con el problema de frente.
Me dispuse a salir a explorar el paraje, no sabía exactamente que buscaba, pero algo era seguro, no podía quedarme quieto, debía buscar comida y refugio. Después de algunas horas de caminata, mi cuerpo se estaba acostumbrando a salir del letargo en el que se encontraba, ¿estaría ahí dormido unas horas, un día o quizás más?, no tenía como saberlo, pues no recordaba absolutamente nada, no conocía mi propio nombre, sabía que tenía que moverme para buscar la forma de sobrevivir por puro instinto y solamente eso. Para mi buena suerte, parecía que solo los seres humanos habían desaparecido del mundo, pues la vegetación era viva, con árboles frutales y animales comestibles lo que según mi ver, me resolvería por completo el conseguir alimentos, pero no me resolvería mis incógnitas, ¿por qué estoy aquí? y más importante aún, ¿Qué debo hacer aquí?
Un día completo había transcurrido, la colecta de alimentos no fue complicada, construir un refugio fue otra cosa, quien diría que sería tan complicado construir un techo sin herramientas, mi segundo día fue más tranquilo, con una noción más completa de mi objetivo, sobrevivir, me dispuse a extender el rango de exploración un poco más, me equipe con todo lo que pudiera necesitar para mi viaje y emprendí mi camino, en busca de cualquier cosa en realidad, no buscaba nada, o al menos eso creía yo. Al alcanzar la cima de unas colinas tuve un campo de visión mucho mayor y con él una sorpresa que me helo la sangre, desde la altura en la que me encontraba logre divisar lo que debería ser una ciudad, completamente en ruinas, las imágenes para mi eran impactantes pues dentro de mi yo sabía que ese escenario era impensable, - Una ciudad – Pensé en ese momento, - Ahí es donde se supone que viven más seres humanos -, pero todo estaba en ruinas, habían casas y edificios todos derrumbados, el lugar a pesar de estar construido a base de concreto estaba rodeado de maleza y plantas que habían recobrado su lugar en el planeta, la imagen era hermosa pero desesperanzadora. Avance torpemente a través de los escombros pues mis pies descalzos no estaban preparados para las pequeñas partes del concreto regadas por doquier, pronto encontré una casa en ruinas, una que conservaba su estructura más que el resto y decidí tomarlo como guarida temporal, solo en lo que encontraba algo mejor o en lo que sobrevivía, lo que ocurriese primero, para este punto, mi optimismo se estaba desvaneciendo, ¿tengo un propósito real aquí?
Era mi tercer día en este lugar, completamente solo y sin idea de que hacer salí a hacer mi recolecta de víveres e investigación diaria, era hora de abastecer mi refugio de comida y alimentos para tener una cosa menos en que preocuparme y poder dedicarme enteramente a la exploración del lugar, quien sabe, tal vez encuentre algo interesante, - Algo interesante -.
Explorando las ruinas, de pronto escuche unos ruidos detrás de unas paredes que me alarmaron, decidí acercarme lentamente para no llamar la atención de lo que fuere que fuese lo que causaba los ruidos, me coloque contra la pared de concreto a medio desmoronar y asome únicamente la cabeza, para mi sorpresa había... ¡una mujer!, si una mujer humana caminando por el otro lado de ese edificio derrumbado, mi asombro fue tal que trate de llamar su atención haciendo un pequeño silbido, moviendo las manos de manera inofensiva y mostrando poco a poco mi cara, la mujer se quedó quieta con el ceño fruncido, claramente estaba incomoda por la situación hasta que decisión tomar cartas en el asunto, con voz firme me preguntó – ¡Hey!, ¿Quién eres? -, dejando salir su fuerte carácter que no solo se escuchaba en su firme voz sino en todo su semblante, la forma en la que se paraba y la forma en que desconfiaba, - No tengo idea, de verdad que no lo sé, no recuerdo nada – Le respondí, en ese momento ella bajo la guardia, ambos intuimos que debido a la coincidencia de ambos no recordar nada y al hecho de que ambo estábamos totalmente desnudos estábamos en la misma situación, afectados exactamente por la misma fuerza que nos había llevado hasta ese lugar.