Parte 1 Sin Título

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Qué ironía la mía
Cuando en mi búsqueda de estabilidad nació lo inestable.
Y es que hacía tanto que no caminaba sobre un viento tan salvaje,
Que me pregunto en donde quedó aquel refugio de brazos afables,
De piel reluciente y ojos brillantes.

Yo misma me encargaba de esconder mis dolores bajo su carne,
Oh, aquel encierro culminó en llantos depravantes.

Pasó un tiempo hasta que la calma socavó a mis instintos,
Y la guardia de mi suplicio cayó sin sigilo,
Ah, cuánto dolor se desparramó al son de mis aullidos.

Quedé sin voz, sin martirio.
Incluso solté una risotada que ahuyentó al último de mis delirios.

Quedó el ruido del cielo,
Como un bong en mi pecho,
Las velas de estrellas, colándose entre mis brechas
Me dieron besos que sólo saben dar los cometas.

Qué cálido el aire que evapora mi desdicha,
La libertad de enfriarme o arder en la ira,
Y es que incluso en mi llanto más árido brilla la vida.

Un matiz rosa que horada en el cielo,
Aves en forma de letras que escribo con el palpitar de mis dedos
Ah, y es que nada emociona más que un lienzo nuevo.

Y entre la nostalgia de su partida, encuentro también mi alegría.

Sabia soledad, que acaricia y no ahoga, 
Tierra fértil que mi piel aflora,
Manos libres que ya no lloran,
Y es que ya no importa el ritmo de su historia

Mía soy,
Única,
por siempre y ahora.

MÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora